Juan Manuel Pérez: «Deume un infarto dentro da igrexa cando portaba ao San Marcos»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CORCUBIÓN

ANA GARCIA

Este corcubionés se vio rodeado de cinco curas y lo socorrieron dos enfermeras que asistían a misa

02 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«O primeiro que fago ao chegar á igrexa é mirar para o patrón», dice el corcubionés Juan Manuel Pérez, que se define como católico, apostólico y romano. Le tiene fe absoluta a San Marcos, como toda su familia, y junto a su cuñada le pone un centro de flores todos los meses.

Hace siete años, mientras portaba su imagen junto a otros tres devotos, tuvo uno de esos sustos que le hacen a uno replantearse el rumbo de la vida: «Deume un infarto dentro da igrexa, mentres baixaba ao San Marcos. Só lembro que lle dixen a un compañeiro: ‘‘Cólleme, Jano, que me estou mareando’’».

De ahí, lo llevaron a la sacristía. «Tirado» en el suelo y rodeado de cinco curas, fueron dos enfermeras que había entre los asistentes a la misa quienes le atendieron y le preguntaron por sus síntomas. «A min non me doía o brazo nin sentía presión no peito, eu só me mareaba», dice, «eu non entendía nada do que estaba pasando, nin por que había tanta xente ao meu arredor».

Su consciencia iba y venía y, cuando escuchó a alguien decir que su cuerpo se estaba enfriando, comenzó a temerse lo peor: «Deume como catro ou cinco veces dende a igrexa ata o hospital». Y eso que lo llevaron al Virxe da Xunqueira, antes de trasladarlo al Chuac. «Que falta fai un cardiólogo para Cee, ou polo menos alguén que nos revise o marcapasos, que hai moita xente da volta que o ten e temos que ir á Coruña tódolos anos podendo facelo aquí», apunta.

Antes del infarto, en realidad, él ya se estaba tratando con el fallecido doctor Castro Beiras, jefe adjunto del servicio de cardiología del Chuac y presidente de honor de la Sociedad Española de Cardiología. «Dicíame que o corazón me ía lento, e de feito había pouco tempo que fora xunto del, pero como me gustaba tanto levar a San Marcos...» cuenta. Y eso que la imagen pesa lo suyo: hubo una temporada en que la portaban entre cuatro, pero ahora lo hacen entre 8.

La mili en Ceuta

Juan Manuel nació un 28 de octubre del 1941. Estudió hasta tercer curso y después se puso a trabajar en la carnicería que tenían sus padres, antes de tener un empleo en el aeropuerto de A Coruña, donde trabajaba un tío suyo.

Seguidamente, vino el servicio militar. Él lo hizo en Ceuta, en la Cuarta Bandera de la Legión: «Foi unha experiencia positiva, pero forte. Ao final, tratábase dun corpo de elite...», dice este corcubionés, que estuvo nueve meses fuera de casa.

Podría no parecer demasiado tiempo, pero para alguien a quien su pueblo le ha marcado tanto a lo largo de su vida, es más que suficiente. «Sempre en Corcubión. Aquí me criei, vivín, morrerei e me enterrarán. Sinto moito orgullo», proclama.

Siguiendo con su trayectoria profesional; tras la mili, y una vez abandonado el empleo en el aeropuerto, trató de buscar nuevas alternativas laborales que le garantizasen una estabilidad para él y su familia. Probó en una multinacional, «pero a miña señora tirou moito para a casa» -bromea- así que fue en ese momento cuando decidieron montar su propio negocio, aprovechando que tenían el bajo en el que sus padres habían regentado la carnicería.

Fueron probando con diferentes firmas comerciales bajo las que regentar su supermercado y durante una época suministraban mercancía a barcos de carga que bajaban a la zona de Marruecos. «Témonos quedado moitas noites cargándolles mercancía -víveres- a pesqueiros portugueses. Sempre nos quixemos apañar a miña muller e eu, así que mentres puidemos, fómonos apañando. Fóronnos ben as cousas, pero a base de suor e de que a miña sogra e a miña cuñada nos coidasen os nenos mentres nós traballabamos», argumenta Juan Manuel.

La buena vida

Ahora, ya retirado, la vida le sonríe. Tuvo tres hijos y cinco nietos. Confiesa ser muy «neneiro» y quiere con locura a sus pequeños. A la más joven, de apenas dos años y medio y tremendamente habladora, la recogen de vez en cuando para que le acompañe a él y a su mujer en sus paseos de rutina por la costa de Corcubión. «Tamén me gusta moito a praia de Estorde, porque é moi cha e para bañarse hai que camiñar bastante, que é o que me fai falla a mín. Eu só camiño e, dependendo de como estea o día, móllome algo, pero pouco. Un primo meu, co que vou moito a esa praia, ese si que se baña, sexa verán ou inverno!», narra.

«O covid fastidiouno todo»

Precisamente por Estorde estuvo hace poco y se quedó sorprendido de que los bañistas respeten tan bien las medidas de seguridad impuestas por el covid. «Iso é bonito, porque se todos o respectamos así poderemos saír antes disto. O coronavirus fastidiouno todo, xa na igrexa se ven só vinte pelagatos co tema da separación, como é lóxico. Cando morre unha persoa, case nin o sabes... E ao principio, cando nin se podía ir ao velorio dun ser querido... Iso si que é triste», considera. De hecho, se quedaron con la pena de no poder salir en procesión con la imagen de San Marcos cuando volvió del Gaiás, pero lo primero es lo primero.

Ahora, retirado, sin obligaciones y con la salud como principal preocupación, solo le queda «gozar dos netos e agardar que nos paguen, que para iso traballamos toda a vida!», bromea. Y seguir ayudando a la parroquia en lo que pueda y todo el tiempo que le sea posible. La fe al patrón, compartida con su familia hasta el punto de que en ella hay algún que otro chaval al que han nombrado Marcos, será algo que se llevará, dice, «á tumba».