La construcción de una torre en el pazo de Sísamo

luis ángel bermúdez fernández

CORISTANCO

BASILIO BELLO

Gregorio Pose de Soto, canónigo compostelano, tenía orígenes en la parroquia carballesa, y propició la obra. Nuevo capítulo de Las Huellas de la Religión, por Luís Ángel Bermúdez

01 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1729 giró en visita pastoral por las parroquias de Bergantiños Gregorio Pose de Soto, canónigo compostelano que ostentaba la dignidad de arcediano de Reina y el título de consultor del Santo Oficio de la Inquisición en el Reino de Galicia, y con raíces familiares en la comarca.

Según los registros de los capitulares de Santiago, Pose de Soto fue bautizado el 14 de marzo de 1691 en el Hospital Real, hijo del doctor Juan Antonio Pose de Soto, natural de Sísamo, ministro titular de la Inquisición, catedrático de Medicina y facultativo de dicho hospital, y de María Antonia Freire de Castro y Gesto, natural de San Miguel dos Agros. Por la rama paterna, Gregorio era nieto de Juan Suárez de Carballal y Catalina Pose, nacidos en Baiordo (Coristanco) y en Santo Tomé de Xaviña, respectivamente. Pose había motivado la construcción del Pazo do Souto a finales del XVII al que, años después, su hijo mandaría anexar otra torre (Archivo General de Protocolos de A Coruña, código 2231).  

El cantero

El 25 de noviembre de 1736 Gregorio se reunió con el cantero Juan Gago, natural de San Mamede de Amil, que sería el encargado de aprontar todos los materiales para esta torre-vivienda, que no era más que un signo de prestigio para los moradores del palacio, y como recuerdo de aquellos tiempos donde ejercían un dominio mayor sobre las gentes de la comarca.

Juan Gago tendría que arrancar y preparar la piedra necesaria para trece puertas, diez ventanas, una puerta con maineles y 22 varas de cornija con su friso. Cobraría unos 570 reales, repartidos en distintas fases conforme fuese extrayendo la cantería de los montes cercanos.

Además de esta suma de dinero, recibiría «seis ferrados de mijo grueso, dos libras de tabaco, ocho libras de pólvora y el herraje para el arranque de dicha piedra». Estos utensilios de hierro, proporcionados por Gregorio Pose con la condición de ser devueltos una vez terminara con ellos, consistían en una marra, dos azadones, dos palas, ocho cuñas, treinta palmelas, una vara y un barreno, con el que se introduciría la pólvora para quebrar las moles de piedra. Una vez preparados los bloques, correría a cuenta del mecenas pagar los traslados de la piedra hasta las fincas aledañas al pazo, con el objeto de labrarla en las piezas que serían necesarias.

Una vez finalizado este segundo proceso, acudirían a examinar los trabajos varios «maestros y peritos de arte (…) declarándose estar arreglado a lo que va prevenido de pagarle prontamente las cantidades que por cada cosa van ajustadas». Concluida la preparación de los bienes necesarios y examinados favorablemente por los entendidos en la materia, entraría un grupo de canteros que levantarían —finalmente— la torre.

La escritura de contrato termina, como era habitual, con la presentación de fianzas por cada una de las partes y la renuncia a todas las leyes que favoreciesen el incumplimiento de lo que había sido acordado. 

Del mismo modo, concluyeron firmando «dicho don Gregorio, y por no saber el maestro cantero, un testigo de su ruego que lo fueron presentes a todo ello Antonio Suárez Amor y Domingo de Dios, vecinos de este dicho lugar y feligresía y Jacobo Suárez, vecino de Santa María de Ardaña, y acto ello y con los otorgantes yo, escribano, doy fe».