Así se fabrica la luz en O Ézaro

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

DUMBRÍA

XESÚS BÚA

Un naviero jubilado, guía voluntario del museo al pie de la cascada de Dumbría

10 feb 2015 . Actualizado a las 14:41 h.

La llegada de Carburos Metálicos en 1987, una cuenca del Xallas que se extiende por 504 kilómetros cuadrados, el primer embalse de Fervenza construido en 1960, los 280 metros de ancho por 87 de alto de la presa de San Uxía, los 1,2 kilómetros de largo y 4,5 metros de diámetro de los tubos que alimentan las turbinas o los 2,23 metros cúbicos por segundo del caudal ecológico que permiten que la espectacular cascada de O Ézaro rompa ahora contra el Atlántico todo los días del año. El ceense Plácido García Insua, naviero jubilado que ejerce como guía voluntario del Centro de Interpretación da Electricidade, domina los conceptos y, además, incluso algunos los ha convertido en folletos y pegatinas explicativas, que sirven como complemento de los paneles que cuentan la historia de la corriente eléctrica y de la generación de energía aprovechando los saltos de agua, en este caso en el municipio de Dumbría.

García, que recorrió media Europa abriendo mercados y controlando el tránsito de barcos de la naviera Sicar, originaria de Cee, desde que se retiró en 1998 se ha centrado en las contribuciones sociales y en que la Costa da Morte progrese y se haga un sitio en el mundo, porque, «como digo eu ás veces, só temos o que Deus nos deixou: paisaxe e bos alimentos. Nós non fixemos absolutamente nada», asegura el concejal que logró erradicar casi por completo el botellón en el centro de su pueblo y que sigue en la corporación, ahora de edil no adscrito.

Llegó al museo por una mezcla de pasión: la que siente por la industria y el desarrollo y de necesidad: la que tiene la asociación Neria para gestionar los centros de atracción turística que dependen de ella sin dinero ni personal. De ahí que García Insua, que presidió el colectivo durante un lustro en épocas en las que para recuperar un pazo tan simbólico como las Torres do Allo de Zas «houbo que buscar ata o balcón de pedra que o roubaran para unha casa de Betanzos», al igual que otros directivos se hayan decidido a poner su propio tiempo y esfuerzo, como parte del capital que le queda a la entidad para seguir adelante.

La idea funcionó y muy bien durante la primera y, sobre todo, en verano, cuando, animados por el atractivo que supone la cascada, los visitantes del museo llegaron a superar los mil al día, como atestigua el libro de firmas en el que dejaron constancia de su paso desde un mecánico de Buxantes, la parroquia de al lado, hasta un profesor de Química de Polonia o las decenas de grupos que llegaron a O Ézaro en sus viajes de estudios.

Estos últimos son de los que más orgulloso se siente el guía, porque «a electricidade, como é algo que non se ve, resulta moi dificultosa de explicar e unha profesora de universidade do País Vasco chegou a dicirme que oxalá tivese recursos como estes para dar as súas clases». Unos bienes que proceden básicamente de la empresa Ferroatlántica, titular de las centrales eléctricas y cuyo personal se ocupa del mantenimiento de manera gratuita, pese a que lo gestiona Neria desde que fue creado en el 2008 con 220.000 euros de una subvención europea. De ahí que Plácido García se indigne y llegue a emocionarse cuando habla de centros como este y otros repartidos por la zona, que están cerrados casi todo el año y que si abren es muchas veces con voluntarios como él.