









Una decena de lugares bien podrían componer el primer viaje a una tierra de leyenda y de vida: así son las paradas más necesarias. ¿Nos acompañas?
25 jul 2017 . Actualizado a las 17:50 h.A la Costa da Morte uno ha de venir. Los naufragios le dieron nombre y la historia le fue otorgando vida hasta convertir este rincón atlántico en un finis terrae más que necesario para el visitante y el residente, incesante cofre de tesoros a descubrir. La Costa da Morte es un camino preciso, como entrar hacia Caión desde cualquiera de las vías posibles o como acercarse hasta el cabo Fisterra en una tarde de verano para ver morir el sol bailando en el horizonte. Es más que un paisaje, es un sentimiento embaucador, tentador. Tan adictivo como contemplar el majestuoso Cabo Vilán desde Reira, en invierno o en verano, o como dejar que los pensamientos se escapen mientras uno permanece sentado en el santuario pétreo de Muxía.
Corren los instantes con músicas de fondo como la de la cascada de O Ézaro o como la del río Grande calmado a su paso por los Batáns de Mosquetín, en el municipio de Vimianzo. Hay lugares que invitan a quedarse, como la costa de Razo y Baldaio, en Carballo, plena de vida de un tiempo a esta parte, o como el alto de Monte Blanco, en Ponteceso, con la desembocadura del Anllóns ante los ojos, magno paisaje que inspiraría al mejor pintor.
La Costa da Morte es calma y es bravura. Es tierra y también islas, como las Sisargas, altivas a quien las mira desde el Cabo Santo Hadrián de Malpica o desde Corme, con Punta Nariga cruzando asimismo el horizonte. Soesto y Traba, en Laxe, guardan la esencia del mar y el paraíso de esta comarca, la misma sobre la que se yerguen monumentos naturales y arquitectónicos, rincones verdes y museos imprescindibles. En diez pinceladas se crea el tapiz de un cuadro para enmarcar, una primera aproximación a una tierra de leyenda, porque todavía hay mucho más.
Son diez imágenes para diez lugares que nadie debería dejar sin visitar. De una punta a la otra, la belleza le obligará a detenerse. A parar.









