Los restos de naufragios en manos privadas llenarían varios museos

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. lado CEE / LA VOZ

FISTERRA

FERREIRO

Faltan incentivos para que los portadores pongan esos bienes a exposición pública

23 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Son conocidos el caso del barómetro del Serpent (Camariñas), el ancla del Cason (Fisterra) o la escopeta regalada al cura de Xaviña, pero hay repartidos por negocios de hostelería y casas particulares de la Costa da Morte centenares, probablemente miles, de objetos procedentes de naufragios, que ni están musealizados ni al alcance del público. Básicamente porque no existe ningún sistema para estudiarlos y exhibirlos y tampoco un lugar para hacerlo, con lo que las reticencias lógicas de los portadores a la hora de darlos a conocer se topan con un contexto que los desanima aún más. De ahí la reclamación generalizada de un centro de investigación en arqueología subacuática para la Costa da Morte del que muchos hablan, pero por el que sigue sin haber movimientos en serio.

El propietario del bar Tito de Fisterra, que acaba de reabrir, por poner un ejemplo, da cuenta de que el mobiliario más lujoso del local procede de un naufragio y como él son varios los casos de negocios que tienen como emblema decorativo objetos de este tipo, de los que incluso prefieren no hablar demasiado en público, por un miedo absurdo a que alguien pudiese reclamarlos.

No es así, porque según explica el historiador naval Fernando Patricio Cortizo la legislación del año 1985 determina que no hay obligación de entregarlos ni mecanismos para quitárselos.

Otro historiador, el corcubionés Luis Lamela, señala que él mismo recibió de un buzo fisterrán restos de una vajilla del siglo XIX. Y estaría encantado de cederlos si realmente existiese un proyecto museístico para ello.

También en Fisterra, el submarinista Fernando Carrillo, afirma que en el mundillo todos saben de gente que tiene piezas en su casa, aunque en general sea algo que se calle por esa reticencia respecto a su origen más o menos lícito. De hecho, hay alguna familia que conserva auténticas colecciones porque tuvo antepasados que se dedicaban incluso a comprar estos restos. Carlos Piñeiro, que entregó un cañón al Castillo de Antón en 1987, recuerda perfectamente como un hombre entonces muy conocido en la localidad le ofreció por él una importante suma de dinero.

Por todo ello, el delegado de la Real Liga Naval Española, José Manuel Pato, apueste por establecer un sistema de incentivos que, si ya no en lo económico, al menos en reconocimiento anime a las familias a exponer eso.