El barrio de la «Casa da Guerra», en Fisterra

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

CÓMO CAMBIÓ TU PUEBLO | El Castelo de San Carlos bautizó la zona del Castillo, muy transformada

07 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Pocas localidades hay más documentadas que Fisterra. Por su ubicación, por su importancia histórica, su singularidad, su meta peregrina... Desde siempre ha atraído a viajeros, escritores, fotógrafos... ¡Y fotógrafas! Algunas muy relevantes, como Ruth Matilda Anderson, de cuya primera visita se cumple este año el centenario, pero hubo más. Por eso, a través de las imágenes, se pueden ir comparando los cambios producidos o la evolución de lo inmutable, como localidad histórica que es, a pesar de que algún mamotreto urbanístico situado en pleno casco viejo pueda hacer pensar lo contrario.

A los ocasionales o jóvenes visitantes a Fisterra en los últimos 25 o 30 años tal vez lo que más les llame la atención sea la transformación de la recta da Anchoa, en parte en esa lengua de arena ya colmatada, y que tanto ha dado que hablar y juzgar. Pero en la vida interior de Fisterra, los grandes cambios se analizan en espacios de tiempo mucho mayores, del medio siglo en adelante. Y la zona del Castillo ha ido mutando de manera considerable en este tiempo. El Castillo recibe el nombre (es obvio) por el de San Carlos, en esa punta que hace de vértice en un triángulo que se extiende desde el Froiz por un lado, y hacia Corveiro, por el otro. «Aquí só había dúas filas de casas, e unha era na que vivía eu», explica Manolo López, el marinero y poeta, Alexandre Nerium para las letras, guía del Museo da Pesca que ocupa las instalaciones del castillo desde hace 17 años. Lo demás era monte y alguna casa suelta, «que daquela parecía que estaba lonxe».

ANA GARCÍA

Las actuales calles Emigrante, Víctor Cardalda, Navegante o Cruz Roja fueron primero carreiros y hoy conforman un entramado urbano interesante al que dio visa, sobre todo, la obra escolar y social de la parroquia, impulsada de manera decida por el párroco Luciano Moreira. «O colexio fíxoo el coa xente de Fisterra. Moitos traballaron aí. El conseguía materiais, cartos, e foi facéndose pouco a pouco», explica Manuel Martínez, patrón mayor hasta, como quien dice, hace dos días, también vecino de la zona, y que ha visto en primera línea ese cambio. Mucho antes, las lanchas ya habían desaparecido de la playa da Ribeira, pasando al puerto nuevo, ya con barcos mayores. Esa playa urbana que marca el primer horizonte de las primeras casas del Castillo, y que cada vez son más (también por la parte posterior hacia Corveiro) las que se dedican a vivienda turística.

Mientras estos cambios se iban produciendo, el castillo, con minúscula, tuvo una ajetreada vida cuando terminó su función militar, aunque como herencia de su época defensiva los de cierta edad le siguen llamando A Casa da Guerra. Da gherra, más bien. Un espacio casi mítico para muchos niños que empezaron a guerrear a su manera entre sus muros.

La fortaleza fue polideportivo 

En época de escasez de instalaciones, todo se aprovechaba, ya a principios de los años setenta, el castillo se usaba como pista polideportiva. Dada su cercanía al mar, no pocos balones acababan en él, en una trayectoria parabólica en la que alguno de los jugadores gritaba «¡agua!», como recordaba Roberto Traba Velay (otro buen conocedor de esta zona, como vecino que es) en un artículo en La Voz

ANA GARCÍA

El castillo, que defendió a Fisterra de los saqueos (tuvo once cañones, alguno acabó en noray) y vino a menos tras la invasión francesa, pasó a manos del empresario Plácido Castro Rivas, y de ahí a sus herederos, que la donaron a un patrón mayor y este a la cofradía. Hubo pleito mucho después, ganado por el pósito. Fue el castillo también un bar, en la época del Fogar do Pensionista, y sede del Casino. Y sufrió el abandono, siendo además foco de problemas durante una temporada, hasta que hace veinte años la cofradía consiguió recuperarlo y rehabilitarlo en condiciones. «É do que máis orgulloso me sinto neste anos na confraría», señala Manuel Martínez. Ahora es un museo ejemplar, aunque en invierno está cerrado. Lo hizo el 31 de octubre y volverá a abrir por Semana Santa. El entorno también se ha reformado para mejor.