Quién a hierro mata, a hierro muere. Esta conocidísima frase de la Biblia es perfectamente aplicable a lo que está ocurriendo en Fisterra. En lugar de un arma, son las matemáticas las que pusieron a la alcaldesa, Áurea Domínguez, en el lugar que todavía ocupa y serán ellas las que la quitarán de allí.
El resultado de las elecciones municipales indicaba que la mayoría de los fisterráns querían a Luis Insua como regidor, pero las matemáticas auparon a la cabeza de lista de Alternativa dos Veciños, que terminó gobernando en franca minoría, incluso antes de la crisis provocada por el edil díscolo.
Al margen de la intervención de los jueces en este caso, abriendo la puerta a mociones de censura que estaban atrapadas por la ley, el sentido común invita a pensar que no se puede gobernar un concello con dos o tres munícipes y una oposición de ocho o nueve.
En teoría fue un frente progresista el que aupó a la regidora, aunque no se comprometió con ella, para evitar que los conservadores, con la mayoría, se hicieran con el bastón de mando. Ese sí pero no fue únicamente para parar al PP, no para respetar el pensar de los vecinos.
Ahora, el movimiento del concejal díscolo tampoco tiene sentido. Si lo que le preocupaba era la gobernabilidad de Fisterra tenía que haber pensado que tres no eran suficientes, pero las matemáticas le valieron mientras le dieron la razón. Ahora vuelve a utilizarlas. Hemos visto esto en otros lugares. Lo peor que puede pasar es que el PP acabe siendo rehén de quien le da la llave del despacho de la alcaldía. Lo hemos visto antes y no es plato de gusto.