
Muxía se llenó de miles de romeros durante toda la mañana
14 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.La Romaría da Virxe da Barca, Fiesta de Interés Turístico Nacional, uno de los iconos religiosos de Galicia, puede con todo. La fuerza de los siglos es más poderosa que, por ejemplo, temporales que llevan el agua del mar al interior del santuario o que los rayos que comienzan a quemarlo por el tejado. Pero eso no quita que, si llueve, sobre todo si llueve mucho, le afecte. Y ayer, el día grande, se vio. En realidad ya se vio mucho antes. El viernes, tras el pregón, y especialmente en la noche del sábado, cuando incluso hubo que adelantar los fuegos y acabar la jarana un poquito antes. También ayer por la mañana. A pocos minutos del mediodía, las calles estaban mojadas y el cielo, raro. Un veterano romero que subía hacia el templo comentaba que era la primera vez en su vida que portaba paraguas para la misa grande, la de las 12.30. Sí, había llovido más veces, pero nunca tuvo ese temor al aguacero, que solo bendijo a los vendedores de sombrillas, que trataban de hacer su agosto y su septiembre por doquier.
Arriba se notó, claro. El monte desde el que se siguen los oficios del palco exterior, en la ladera del santuario, estaba mucho más despoblado que de costumbre. El templo, lleno siempre, incluso durante la misa, ya desde la mañana. A los fieles les gusta ver que vuelve a la normalidad, tras la reapertura, aunque aún falte el retablo. Ya hay hasta barcos colgados del techo (cuatro), y una sensación de tranquilidad que ya tardaba.
En el exterior, lo típico. Para los habituales a la romería, sorprende que aún haya visitantes que pregunten cuál es la Pedra de Abalar. Que por supuesto, no abaló, ni ayudados los impetuosos por las rachas de viento. Sirvió de plataforma para muchos selfies, lo mismo que la Pedra dos Cadrís, con colas a ratos. Bajar al mar nunca es recomendable, pero menos ayer, con el oleaje. Un cordón de Protección Civil disuadía a los que lo intentasen. El dispositivo de seguridad impresionaba: mucha Guardia Civil y 14 policías locales. Hasta el helicóptero de Tráfico. Otros dispositivos: 15 contenedores de obra, 14 baños, un camión cisterna, dos cuadrillas de limpieza con 40 personas... Y el Ejército: la banda de la Brilat, que abrió la procesión. Que se desarrolló sin problemas, incluso con calor. Un claro en medio de tantos nubarrones que agradecieron los fieles.
También los agradecieron los otros devotos, los miles de jóvenes que cumplen su tradición y camparon por todo el entorno. Algún campamento tenía tantos servicios que podría alojar un pequeño batallón. Por ellos circulaba también el agua, pero no la de la lluvia, sino de la embotellada, líquido que suele ayudar cuando por la noche hubo otros licores. Y despeja, aunque por el paseo, plagado de tiendas (de las otras, las de vender: ropa, comida, juguetes...) era fácil cruzarse con chicos protegidos con sus gafas de sol, seguramente en previsión del claro que llegaría más tarde, con la respetada procesión.
La Pedra de Abalar se resistió a moverse, pese a los reiterados intentos