Clamor sindical por la reducción de la jornada laboral en el Primero de Mayo
ECONOMÍA







































Los trabajadores exigen en las calles que despedir sea más difícil y caro
01 may 2025 . Actualizado a las 18:43 h.«Queremos dereitos, emprego xa temos», clamaban ayer los centenares de personas que acudieron en A Coruña a la llamada de los sindicatos CC.OO. y UGT para celebrar un Primero de Mayo centrado en consolidar los avances laborales ya conquistados y ganar nuevos derechos, con el horizonte de la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Una medida que el Gobierno prevé aprobar el próximo martes pero a la que le espera un duro trámite parlamentario por la oposición ya manifestada por PP y Vox y por las dudas de Junts, que será el grupo que decante la balanza.
De hecho, el temor de los sindicatos es que la alianza entre los tres grupos de derecha impida incluso debatir la propuesta en el Congreso a través de una enmienda a la totalidad del proyecto de ley, un bloqueo que a juicio del secretario general de Comisiones Obreras, Unai Sordo, «sería un fraude democrático de primera magnitud», aunque luego durante el debate de la norma y la votación de la misma esos mismos grupos se posicionen «como consideren» e incluso manifiesten su rechazo a la misma, algo que considera «legítimo». Para el líder de UGT, Pepe Álvarez, la reducción de la jornada laboral es «irrenunciable» y lanzó una advertencia a los partidos que coquetean con la idea de impedir el debate: «Vamos a perseguirlos para recordárselo».
Más segura se mostró la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que garantizó que «este va a ser el último Primero de Mayo en el que tengamos una jornada laboral máxima de 40 horas en nuestro país», asegurando que está negociando «con discreción con todas las formaciones políticas», incluida Junts.
Más allá del recorte del tiempo de trabajo, en las marchas sindicales por el día internacional de los trabajadores también se reivindicó una reforma del régimen legal del despido, para endurecerlo y encarecerlo, y una mejora sustantiva de los salarios que permita ganar poder adquisitivo a unas economías, las familiares, asfixiadas por la inflación galopante de los últimos años, que no se ha visto trasladada a las nóminas pero sí a las cuentas de resultados de las empresas.
Menos asistentes
Pese a lo ambicioso de la agenda de nuevos derechos que plantean los sindicatos, la movilización del Primero de Mayo fue menos concurrida que en años anteriores, en una tendencia de desmovilización sostenida en los últimos años.
Tampoco ayuda la división que mostraron tanto las centrales sindicales como los partidos de la izquierda. La política se hizo evidente en la marcha central de Madrid, donde las líderes de Podemos aprovecharon el acto para criticar al Gobierno, del que dicen que «se le va la fuerza por la boca» cuando defiende los derechos de los trabajadores, y al que la eurodiputada y exministra Irene Montero instó a «dejar de hacer anuncios y ponerse a trabajar».
En Galicia se repitió la escena habitual de todos los Primeros de Mayo, con la división entre UGT y CC.OO., que marcharon bajo el lema «Protexer o conquistado, gañar futuro», y CIG, con un eslogan que clamaba por «Traballo, dereitos, soberanía. Galiza contra as guerras». La desunión se escenificó de norte a sur, de Vigo, donde se celebraron las marchas centrales (con 15.000 asistentes en el caso de la de CC.OO y UGT y de 20.000 en el caso de la CIG, siempre según las organizaciones) a Ferrol. En Pontevedra fue incluso más evidente, pues UGT y CC.OO. marchan allí por separado.
Aunque centradas en las grandes reivindicaciones para el colectivo de trabajadores, las marchas visibilizaron conflictos laborales concretos, como los despidos en Sargadelos o Yáñez, y también dieron voz a las reivindicaciones contra la guerra o por la vivienda.