Por arriba y por abajo

LOIS BLANCO

VIMIANZO

ARQUEÓLOGOS españoles y franceses hicieron una gira días atrás por los emblemas del patrimonio megalítico de Galicia y se quedaron de un tiro.

29 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Al llegar a la Pedra da Arca de Regoelle, a medio camino entre Dumbría y Vimianzo, descubrieron que unos vándalos habían cascado medio metro de la laja de granito que cubre la cámara del dolmen. La indignación fue obvia, porque los monumentos funerarios son lo único que nos queda de los que vivían por aquí hace cinco mil años. Antepasados lejanos, pero paisanos. El acto de vandalismo saltó a la prensa y fui yo el que se quedó de un tiro por prestar más atención al cielo que a la piedra fotografiada. ¿Es que no habría otro sitio entre Vimianzo y Dumbría para tirar una línea de alta tensión? ¿Tenía que pasar por encima de uno de los símbolos del megalitismo en Galicia? Somos así. Mejor dicho, hemos sido así. El incremento paulatino en las rentas familiares y la educación han acunado ya a unas nuevas generaciones de gallegos que, vándalos al margen, tienen una conciencia mayor que la de sus padres por el respeto al patrimonio, al medio ambiente y al paisaje rural y urbano. Prueba de ello es que a día de hoy ninguna compañía eléctrica podría tirar una línea de alta tensión sobre la Pedra da Arca de Regoelle sin oposición social. Quizá ni siquiera a sus ejecutivos se les pasaría por la cabeza el dislate de plantearlo. Sin embargo, ahí está el dolmen con el tendido encima. Otra muestra del feísmo causado por el falso desarrollismo, unas veces, y por la irreverencia de los gallegos con su medio, casi siempre. Todas las comunidades del norte, más ricas durante buena parte de los últimos cien años, han sabido o han podido guardar un mejor equilibrio con sus territorios que nosotros con Galicia. Un lugar, por ejemplo, en el que se cuentan con los dedos de una mano los pueblos marineros que se conservan en un estado digno. El feísmo urbano y paisajístico suma a cada nueva generación más enemigos. Por eso hay que ser optimistas y pensar que nunca será peor que hasta ahora, siempre que la economía no se venga abajo. Claro que aquello que se ve, como las torretas en línea con el dolmen de Regoelle, son una parte del problema. La otra hay que analizarla al microscopio y la visión resulta también desoladora. La contaminación de los ríos ya es una denuncia constante de colectivos ecologistas y vecinos hartos de convivir con ella. La de las aguas subterráneas es peor, por el abono con purín y por una población dispersa sin redes de depuración. Más del 75% de los pozos tienen contaminación microbiológica, según investigadores gallegos. El feísmo está por arriba, pero también va por abajo.