Cinco horas con Mario Vargas Llosa: «Uno se va maravillado de sí mismo»

Mila Méndez Otero
Mila Méndez A CORUÑA

A CORUÑA

Pablo Portabales

El premio nobel asistió a un simposio internacional en la UDC sobre su carrera

23 mar 2019 . Actualizado a las 22:17 h.

Las vistas al Atlántico, como las definió él mismo, eran «soberbias». Una ciudad resplandeciente recibió al premio Nobel de Literatura que llenó el paraninfo de la Universidade da Coruña para asistir a una disección en vivo de su obra. Abrumado porque «gentes tan rigurosas» se adentraran «en lo que uno ha escrito», Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) arrancó su segundo día en Galicia con un simposio internacional en el que participaron especialistas literarios como la catedrática de Reims Madeleine Gladieu, el profesor de la Universidad de Sídney Roy Boland, el de la californiana UCLA Efraín Kristal, o el periodista Juan Cruz, equipado este último con un maletín donde portaba los títulos del autor de obras como La tía Julia y el escribidor.

Ante el panel de expertos y la mirada atenta de los alumnos que le rogaron selfies y autógrafos, confesó que él también sufre del miedo a la página en blanco que vence con la constancia, «una lucha contra la inseguridad del borrador» para que no acabe en «letra muerta». Solo cuando las ideas están claras el peruano se «divierte» con su trabajo. Un oficio en el que sigue inmerso camino de los 83 años.

En su mente ronda una nueva historia seis decenios después de su primer libro, La ciudad y los perros. «Entonces en el Perú no había editoriales. Jamás pensé que ninguna de mis obras sería traducida, ¡mi problema era si serían publicadas!», desveló al tiempo que aprovechó las preguntas de la decana de Filoloxía, María Jesús Lorenzo Modia, para reivindicar el papel de la agente literaria que hizo posible que viviera de los libros. «España tendrá que rendirle algún día el homenaje que le debe a Carmen Balcells», dijo en alusión a la leridana que convirtió a Barcelona en la ciudad de los prodigios de la literatura hispana. Como en su día lo fue París, remarcó, la capital catalana «era donde había que estar para publicar, la ciudad con la que soñaban todos los jóvenes latinoamericanos», recordó Vargas Llosa. Un todoterreno al que había que «darle el gusto o matarla», y cuyo recuerdo hizo inevitable que citara en A Coruña a Gabriel García Márquez, su amigo antes del enfado que hizo correr ríos de tinta y el «primero» fichado por Balcells.

«Barcelona era la ciudad con la que soñaban todos los jóvenes latinoamericanos»

vargas llosa
CESAR QUIAN

Un libro del encuentro

Al inicio de la cita, advirtió de la «catástrofe» de un mundo en el que los jóvenes abandonen la literatura. Un mensaje del que tomó nota el rector de la UDC, Julio Abalde. «El día de hoy queda marcado con letras de oro en la historia de esta joven universidad», destacó Abalde, que se comprometió ante el nobel a defender el papel de «las Humanidades en una sociedad en vías de tecnificación». Las intervenciones de los ponentes que a lo largo de cinco horas destriparon la trayectoria de Vargas Llosa serán recopiladas en un libro.

«Me han levantado el ánimo. Uno se va maravillado de sí mismo», se despidió de un auditorio al que dio un consejo, «cortar adjetivos» y regaló otra confidencia. A colación del documental biográfico que graba con su hijo Álvaro, el de Arequipa dijo: «Me gustan las películas con muchos tiros y muertos cuando llego a casa. Pero les ruego que no vean Pantaleón y las visitadoras o me perderán el respeto. Mi espíritu de aventura me hizo aceptar esa insensatez». El guion, basado en uno de sus textos, fue su excepcional incursión en el séptimo arte, al que se acercó «con respeto», aunque nunca en el mismo grado que el que le profesa a los libros.

«Me gustan las películas de tiros y muertos. Pero les ruego que no vean mi guion»

 

 Un viaje con vistas atlánticas y los pies sobre el Camino de Santiago

Pese a la apretada agenda del seminario universitario, seguido por cientos de jóvenes en el Paraninfo de la UDC, Vargas Llosa tuvo oportunidad de disfrutar desde distintas perspectivas de un océano primaveral que este viernes en A Coruña se mostraba especialmente luminoso. Además de las vistas desde la propia Maestranza, sede del simposio, se acercó también al monte de San Pedro e incluso viajó en el ascensor panorámico, un ojo de pez sobre la bahía herculina. Fue antes de desplazarse, ya por la tarde, hasta el puente romano de O Burgo, ya que el escritor no quiso despedirse de Galicia sin poner los pies sobre un tramo del Camino Inglés. Lo hizo acompañado por el conselleiro de Cultura, el rector y el alcalde de Culleredo, con quienes visitó también la cercana iglesia de Santiago. Desde allí, el Premio Nobel recibió la llamada del presidente de la Xunta, Núñez Feijoo, a quien confesó sentirse «abrumado por la hospitalidad y generosidad» de los anfitriones y le transmitió su felicitación por la conservación y divulgación de la ruta jacobea. A modo de recuerdo, Vargas Llosa se llevó de regalo un facsímil del Códice Calixtino.