
Es de justicia que A Coruña retribuya ahora la entrega del exentrenador del Dépor, distinguiéndolo además como Hijo Adoptivo
11 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.No es solo una cuestión de que como entrenador le haya dado al Deportivo la gloria de su primer título oficial, la Copa del Rey de 1995, ni de que el Superdépor deba su existencia a su sabiduría futbolística. Es mucho más sencillo que eso: hubo un tiempo en que cada vez que el Real Club Deportivo estaba en apuros se le pedía a Arsenio Iglesias si podía echar una mano. Y el bueno de Arsenio siempre decía que sí porque lleva al Dépor en la sangre. Y porque pocas personas como O Zorro de Arteixo representan ese espíritu de club que tanto echa de menos la afición coruñesa, sobre todo en estos tiempos convulsos en los que -estoy convencido-, si el míster siguiera en activo, alguien le habría pedido ya que volviese a coger el timón del equipo.
Arsenio lo ha dado siempre todo por su Deportivo, que defendió como jugador y como entrenador, y, por tanto, por la urbe a la que representa. Por eso es de justicia que A Coruña retribuya ahora esa entrega distinguiéndolo como Hijo Adoptivo y dando su nombre a una calle y a la ciudad deportiva de la Torre, donde también entrenó a aquel maravilloso Deportivo.
Por encima de su categoría profesional está, sin duda, la personal. Para la afición coruñesa «Arsenio é da terra», que decía el aficionado orgulloso resumiendo a la perfección la manera en que el de Arteixo ha llegado siempre al corazón del hincha, con ese cóctel de retranca y cariño con que ha tratado también a sus jugadores, mostrando un paternalismo a veces enternecedor.
Años después de haber colgado las botas como entrenador, cuando acudía a Riazor para ver un partido como simple aficionado y le preguntabas quién había sido ese día el mejor del equipo, Arsenio respondía sin despeinarse: «Hombre, para mí, qué duda cabe, los mejores son siempre Fran y Mauriño, que para eso son los de casa». Una defensa a ultranza de sus muchachos y del jugador de club, que es lo que, en definitiva, también ha sido él.
Ese trato amable y preocupado le ha acompañado igualmente fuera del terreno de juego, como cuando recibía a las puertas del hotel del equipo a aquel periodista al que se le había ido la mano con la juerga, lo acompañaba a la cafetería y le decía al camarero: «Por favor, póngale una manzanilla a mi amigo, que viene un poco perjudicado».
Todos los partidos políticos de A Coruña mostraron su conformidad con la propuesta formulada en la Comisión de Honores, por entender que si alguien en el deporte de esta ciudad se merece (título honorífico al margen) dar nombre a una calle ese es Arsenio Iglesias. Su admirado Mauro Silva ya tiene la suya, obtenida también por su innegociable deportivismo y por haber presumido siempre de ser un coruñés más. Fran González Pérez, qué duda cabe, debería ser el siguiente.