
Un recorrido bordeando el pantano con paradas en el castro y el pazo de Orto
15 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Imaginar no cuesta nada. ¿Qué cara pondrían los habitantes del gran castro de Orto, en Abegondo, si bajasen hoy a por agua al río Mero? ¿Qué pensarían los cercanos del castro de Vigo al ascender la suave rampa, llegar a lo alto del monte y mirar hacia abajo? ¿Cómo se quedarían sus coetáneos del golfo Ártabro cuando fuesen a visitarlos? ¿Se habría desbordado el golfo Ártabro y habrían llegado sus aguas tan al interior? Porque los ríos Mero y Barcés han desaparecido. El paisaje ha sido sustituido por el embalse de Cecebre. Y los dos castros citados se han librado de la desaparición porque están en sendas alturas.
Imaginar todo eso es una buena disculpa para, desde Betanzos, dirigirse al Mesón do Vento. Cien metros antes de Mabegondo y su rotonda, desvío a la derecha (AC-221, señalizado San Pedro de Nós) por asfalto impecable para, menos de diez minutos después, encontrarse en un desvío a la izquierda que remata ante una vivienda privada, construida justamente encima del castro de Orto. Vista a la izquierda y un paso abierto con poca delicadeza en la muralla de la aldea prehistórica da acceso al recinto. El castro en sí es grande, pero en realidad, si no se tiene mucho interés en la arqueología, no es necesario ir mucho más allá de unos metros. Excavaciones de arcilla y grava han dejado la aldea prehistórica irreconocible, refugio - dicen los vecinos- de un zorro que se instaló en la zona.
Ese primer encuentro puede resultar no demasiado satisfactorio. Entonces es el momento de bajar a la carretera, continuar solo medio centenar de metros y en la curva tomar a la izquierda y al minuto girar a la izquierda en ascenso. El coche hay que dejarlo en donde termina esa estrecha pista para echar a andar por el camino ancho de la izquierda. Llega un momento en que se convierte en sendero y va rodeando la croa (la parte más alta del castro) por un grato bosque de pinos. Y en determinado punto, solo un par de centenares de metros más allá, arranca hacia la orilla del embalse otro caminito descendente que remata en otro ancho. Este, a su vez, lleva hacia Orto.
Sin cruzar el puente, a la izquierda queda el pazo que lleva el nombre del topónimo, y bordeándolo arranca un itinerario señalizado que, curiosamente, es de cemento y piedras grandes. Continúa ya por tierra por una hermosa congostra o corredoira baja, y acaba ante la iglesia de San Martiño. Con una advertencia: los últimos metros se encuentran en un estado deplorable, arrasados por tractores. Regreso por la misma congostra o bien por el asfalto. El coche no está lejos.
La aventura
Hacer el recorrido completo, que no lleva más de hora y media, apto para niños no muy pequeños.
La foto más personal
Ante el crucero frente a la iglesia, con el embalse al fondo.
El desafío
Recorrer toda la muralla exterior del castro.
El pasado
A los ríos Mero y Barcés bajaban los habitantes de Orto a por agua.