Carlos Lourido: «Le hice la permanente a Julio Salinas y teñí de rubio a Djalminha»

A CORUÑA

Carlos Lourido Trigo abrió hace medio siglo su salón de peluquería en A Coruña
Carlos Lourido Trigo abrió hace medio siglo su salón de peluquería en A Coruña CESAR QUIAN

El barbero recuerda cantidad de anécdotas de los años en los que fue casi el peluquero oficial del Deportivo

22 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Está en forma. «Corro, ando y trabajo. Estoy mejor que cuando tenía 40», asegura Carlos Lourido Trigo. Todos los días camina una media de 10 kilómetros y los domingos alcanza los 20 o 25. «Suelo ir hasta el puerto exterior por unas pendientes tremendas», dice este hombre nacido el 21 de marzo de 1945 en O Vilar de Santiago, en el municipio lucense de Riotorto. «Nací barbero. Mi padre ya lo era, y también sastre. La familia tenía una cantina y cortábamos el pelo gratis a la gente que nos ayudaba con las labores del campo. Había un salón de baile, por lo que me aficioné a la música y llegué a formar el grupo Os Loureiros de Riotorto con un hermano y un primo. Yo era el saxofón alto. Y en la mili también fui barbero y gaiteiro», recuerda con buen humor. Ahora, a sus 75 años, sigue teniendo el mismo espíritu de aquel chaval que aterrizó en A Coruña en 1969. «Solo tengo 45 minutos para comer porque hay que hacer guardia. Abro el negocio a las nueve de la mañana y estoy hasta la noche. Moriré con las botas puestas. Mis clientes quiere que les siga cortando el pelo, y hay algunos a los que atiendo desde que empecé», afirma desde su negocio de la calle Ramón Cabanillas de Os Mallos que abrió, precisamente, hace medio siglo.

En un segundo piso

En la barbería Manolo, que todavía existe al lado de la estación, empezó su carrera el veinteañero Lourido. Su siguiente salón fue el de Vicente Carballal, que acababa de llegar de París, en la plaza de Maestro Mateo. Su mujer, Mercedes Legazpi, encontró un sitio en Os Mallos que le gustó. «Era un segundo piso de 30 metros cuadrados donde pagábamos 3.000 pesetas (18 euros) al mes de alquiler, que era mucho. Allí trabajábamos cuatro o cinco peluqueros. Con el paso del tiempo lo compré, y también el primer piso y el bajo. Ahora disponemos de 400 metros cuadrados en el mismo sitio donde empecé hace 50 años», detalla. El matrimonio tiene tres hijos: Carlos, de 46 años, es ingeniero industrial, trabaja en el sector de las electrolineras y es el único que no sigue los pasos del progenitor. Sí lo hacen Pablo, de 43 y que cuenta con negocio propio en la calle Doctor Fleming, y Olaya, de 40, que trabaja en el negocio familiar y que es «la futura jefa», dice su padre. «Me gusta cortar el pelo a las mujeres. Hay diseño y disfrutas. Recuerdo que fue una señora que trabajaba en el muelle la que se empeñó en que le cortase yo. Se fue tan contenta que el boca a boca hizo que se llenase el salón. En caballero es sota, caballo y rey, aunque ahora los jóvenes piden el pelo muy rapado por los lados y por arriba un poco de tupé y una raya afeitada tipo Cristiano Ronaldo. Me adapto a los tiempos y estoy en la cresta de la ola. Soy como un escultor. Me fui actualizando y adaptando y no estoy chapado a la antigua», sentencia este profesional que en el año del Mundial de España ganó el Peine de oro frente a los mejores peluqueros del país.

Tute y tenis

Recuerda cantidad de anécdotas de los años en los que fue casi el peluquero oficial del Deportivo. «Todo fue gracias a Barritos, que le habló de mí a los jugadores. Conservo en una bolsa el pelo teñido de rubio de Djalminha. Siempre venía a la peluquería y un día lo convencí para teñirlo. Cuando se vio, dijo que no se atrevía a salir así a la calle y lo rapé. Después llegó el día del título de Liga. Fuimos a los vestuarios de Riazor y llevamos todo preparado. Los empleados y yo teñimos a treinta y pico en menos de una hora. Fíjate que en una peluquería estamos una hora con una persona», recuerda sobre aquella noche de proezas. «También le hice la permanente a Julio Salinas y a Raúl García de Loza», añade. Aficionado al tenis y al tute, estas semanas no recibe la regañina de su mujer por llegar tarde de la partida porque los bares están cerrados. «Ahora juego con ella», comenta este profesional que hace 50 años abrió su primer negocio. «Estoy orgulloso de haber conseguido hacerme un nombre en el sector. A los que empiezan les recomiendo que no dejen salir al cliente si no está perfecto», afirma Lourido, que a sus 75 años mantiene el espíritu de un chaval..