En 1980, Emiliano de Labra y Carmen Suárez, que era florista en la plaza de Lugo, se hicieron cargo de las ventas en el entonces nuevo cementerio de Feáns. Ahora lo gestiona su hija, Virginia
31 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Virginia de Labra no da abasto estos días. Siempre tiene trabajo, pero este fin de semana es especial. «Además, al coincidir en lunes el festivo, tenemos más días seguidos de pedidos. El teléfono no para de sonar para hacer encargos», comenta desde el puesto de flores (ella le llama chiringo) del cementerio de Feáns.
Hace más de 40 años que el Ayuntamiento sacó a concurso lo de vender ramos y todo tipo de flores en los camposantos. De los cuatro que existen, dos están cerrados y funcionan este de Feáns y el de Oza, que lleva una prima de Virginia. En 1980, Emiliano de Labra y Carmen Suárez, que era florista en la plaza de Lugo, se hicieron cargo de las ventas en el entonces nuevo cementerio de Feáns.
«En la primera etapa vendían a la entrada, y hace más o menos 25 años que se montó la caseta, quiosco, puesto o chiringuito donde yo trabajo los jueves, viernes y sábados con la ayuda de una empleada, Bea. El resto de la semana atiendo por teléfono y, si no puedo comprometerme, lo derivo a mi hermana o a mi prima», explica Virginia, que tiene 45 años y lleva desde los 18 en el cementerio. Toda una vida a unos metros de la muerte. Me cuenta que su abuela ya vendía flores en María Pita, por lo que estamos ante una saga familiar que ha vivido rodeada de claveles y crisantemos.
Lo suyo es el trabajo funerario, su gran especialidad, y cuentan con unos clientes muy buenos y fieles. «Nos compran muchos gitanos. Son muy de tradiciones, y en esta época nunca fallan y confían en nosotros», explica Virginia, que recuerdo que hace unos años regentó un bar en la calle de la Barrera. Pero que la familia lleve más de 40 en el cementerio es algo que marca mucho y pronto se centró en el oficio familiar.