Lucas Yáñez Pérez: «Cuando deje el patinaje quiero ser bombero»

Pablo Portabales
Pablo Portabales A CORUÑA

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

El campeón del mundo júnior de patinaje artístico dice que pasa más tiempo con su entrenadora que con su madre

06 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene 17 años. Luce tres anillos, cuatro pendientes y, si se remanga la camisa, un tatuaje. Es una fecha en números romanos, el 5 de octubre del 2021, cuando se proclamó campeón del mundo júnior de patinaje artístico. «También se lo hizo mi preparador físico, Esteban, pero a Rosa, la entrenadora, no la convencimos. Si algún día gano el campeonato absoluto me tatuaré la fecha y haré una gran fiesta. Este anillo (lo señala) es por Luca Lucaroni, un patinador italiano doce veces campeón del mundo que siempre fue mi ídolo y llevaba también un anillo», apunta Lucas Yáñez Pérez. Quedamos en el Andén de Riazor, enfrente del Palacio de los Deportes, donde se entrena unas 20 o 25 horas a la semana. Los domingos de 9 a 11 de la mañana va al gimnasio. «Me gusta. Hay veces que me da un poco de pereza, pero es lo que me toca si quiero seguir aspirando a todo. Ahora tengo un minigimnasio en casa y hasta vienen mis amigos. Me volví un adicto a las pesas», comenta este deportista de Dorneda (Oleiros), que habla con mucho desparpajo y parece que tiene las ideas muy claras. «Llevo 14 años sobre ruedas y no quiero estar toda la vida en una pista. Cuando deje de patinar quiero ser bombero», asegura Lucas, que estudia un ciclo medio de Deportes en la Laboral y piensa cursar el superior.

Saltos y piruetas

Es campeón del mundo, subcampeón de Europa y campeón de España en su categoría. «Voy a intentar ganar el absoluto. Hay un catalán de 21 años, Pau García, que es muy bueno y mi objetivo es ganarle. La última vez que competí contra él quedé cerca. No me gusta perder. Nadal es mi ídolo. Si lo hago bien y me ganan no pasa nada, hay que entrenarse más e intentar corregir defectos», explica. Cumple 18 en septiembre, pero antes de pasar a la máxima categoría, tendrá que defender su título mundial en Buenos Aires. Me dice que en su club de siempre, el CPA Maxia, hay un chico de 14 años, Unai Cereijo, que viene pisando fuerte. «Yo lo vacilo un poco para ayudarle. Yo soy mejor en saltos, pero él es muy bueno en piruetas. Para saltar se necesita fuerza física y masa muscular para que las rodillas y las caderas aguanten bien. Los patinadores tenemos una pierna más fuerte que la otra. En los test, la diferencia es enorme», explica.

Su madre y su entrenadora

Mientras charlamos, su madre espera. «Es la mejor. Vivimos en Dorneda, estudio en la Laboral y me entreno en Riazor. Me lleva a todos lados y hace tiempo para irme a recoger. En cualquier caso paso más tiempo con Rosa, mi entrenadora, que es como una segunda madre, que con ella. Se llevan muy bien», destaca. Recuerda que un día, cuando tenía 14 años, se presentó a un entrenamiento sin los patines y le dijo a Rosa García que lo dejaba. «Ella lo entendió, pero logró convencerme porque consideraba que tenía futuro en este deporte», relata. Tres años después es campeón mundial y la firma italiana Edea le suministra los patines, que cuestan más de mil euros. «Una niña del club me pidió que le firmase sus patines, y cuando gané el campeonato había mucha gente que quería hacerse fotos conmigo. Me empiezan a reconocer».

Trimestre de hamburguesa

«Mis amigos me dicen que estoy loco, pero salir de fiesta no me llama la atención. Me atrae más el patinaje y sé que tengo que cuidarme. Como todo a la plancha y bebo agua. Los refrescos me hinchan. En estos tres meses de inicio del año puedo tomar una hamburguesa si me apetece. Pero no cuando se acerca la competición. Si salgo con los amigos pido una ensalada», confiesa. Al margen de las músicas que acompañan sus actuaciones, se decanta por el reguetón y el trap. «A los jóvenes nos gusta». En la tele ve series de Netflix y deportes. Como apenas televisan patinaje artístico, busca vídeos en YouTube. «Jugué al fútbol en el Dorneda, hice yudo y alguna vez juego al pádel», dice este muchacho de 1,80, que calza un 44, y que asegura que es «muy cabezota. No paro hasta que consigo lo que me propongo. Y soy disciplinado». Un chaval encantador y con gran futuro.