Adrián Hermida: «Tengo un cliente que se toma diez gin-tonics en una tarde»

A CORUÑA

Adrián Hermida Caínzos, propietario de las coctelerías Cruel e Infame en la calle de la Franja, en A Coruña
Adrián Hermida Caínzos, propietario de las coctelerías Cruel e Infame en la calle de la Franja, en A Coruña MARCOS MÍGUEZ

Está al frente de Cruel e Infame en la calle de la Franja de A Coruña

27 mar 2022 . Actualizado a las 12:10 h.

Los otros hosteleros de la calle pensaron que estaba loco. «Cuando abrí no me lo dijeron, pero cuando fue pasando el tiempo y vieron que me iba bien confesaron lo que habían hablado entre ellos, que montar una coctelería en la Franja era una locura», recuerda Adrián Hermida Caínzos. En mayo del 2020, cuando empezábamos a asomar la cabeza tras los primeros meses de pandemia, inauguró Cruel, en el número 23. Y hace menos de un mes el segundo local, Infame, en Franja 56. Es decir, el loco ya cuenta con dos bares de copas. «Me fijé que todo en la zona era de comida y pensé en montar algo diferente y con buena coctelería que le llamase la atención a la gente. Comen o cenan y después toman algo aquí. Estoy encantado. Viernes, sábado y domingo estoy a tope y durante la semana por las tardes funciona muy bien. Dicen que cuando las cosas van mal se venden más copas», analiza este coruñés de Monte Alto que cumple 33 años en junio.

Cóctel Generalísimo

Durante la charla se levanta un momento para atender a una pareja. Piden dos daikiris. «Nuestra clientela es de entre 35 y 60 años y de poder adquisitivo alto. Lo que más demandan son cócteles de autor y el que más sale es el Generalísimo. Todos los nombres están vinculados al concepto cruel y a los ingredientes que llevan, que no los indicamos en la carta. Este, por ejemplo, lleva Licor 43, que es un producto español. El Chapo, por el Chapo Guzmán, unas gotas de tequila. Y lo otro que piden mucho son ginebras y whiskis. Contamos con una clientela fiel. El récord es un cliente que tengo que se toma 10 gin-tonics en una tarde». Dice que, mientras trabaja, no prueba el alcohol y que el secreto del éxito es «no engañar a nadie. Ser sincero. Si estoy preparando un cóctel y me equivoco en un ingrediente lo tiro por el fregadero. Afortunadamente todo el mundo que viene se comporta fenomenal. En dos años le tuve que decir a muy pocas personas que no se les servía más», explica Adrián, que confiesa que su copa favorita es «whisky, tipo burbon con una piedra de hielo o con ginger ale. Tuve épocas de ron y ginebra, pero el whisky es lo que menos resaca me deja».

Criptomonedas y metaverso

Estudió en la academia Cervantes y en la Grande Obra de Atocha. Siempre quiso ser programador de ordenadores y hoy en día le sigue gustando ese mundo. «

Estudió en la academia Cervantes y en la Grande Obra de Atocha. Siempre quiso ser programador de ordenadores y hoy en día le sigue gustando ese mundo. «Investigo temas de criptomonedas y compré una obra NFT que ya se revalorizó bastante. También estoy metido en el metaverso y utilizo gafas de realidad virtual», apunta Adrián, que vive en Zalaeta con su mujer, que le echa una mano en el negocio cuando puede. En el 2007 fue al restaurante Alborada. Era un adolescente y su madre trabajaba allí como fregadora. «Fui a pedirle dinero y Santi Diéguez, el jefe de sala, me habló de la posibilidad de ayudar los fines de semana. Me gustó, se me dio bien, y en dos meses me hicieron contrato indefinido», recuerda. Cuando Luis Veira montó su primer negocio propio en San Andrés se fue con él. Allí lo conoció el inolvidable Rafa Benito, que lo fichó para el hotel Finisterre. «Me vino a buscar a Árbore. Me atrajo lo de seguir aprendiendo y conocer el sector de los eventos. Estuve 5 años y después monté una empresa de asesoramiento gastronómico. Me contrataron del grupo Nove y trabajé un tiempo en Oporto. Me lo pasé como un Erasmus», relata este emprendedor con aspecto de niño. Cuando no está en los bares ni delante de un ordenador, aprovecha para jugar al tenis en la Escuela Marineda de Culleredo.

y compré una obra NFT que ya se revalorizó bastante. También estoy metido en el metaverso y utilizo gafas de realidad virtual», apunta Adrián, que vive en Zalaeta con su mujer, que le echa una mano en el negocio cuando puede. En el 2007 fue al restaurante Alborada. Era un adolescente y su madre trabajaba allí como fregadora. «Fui a pedirle dinero y Santi Diéguez, el jefe de sala, me habló de la posibilidad de ayudar los fines de semana. Me gustó, se me dio bien, y en dos meses me hicieron contrato indefinido», recuerda. Cuando Luis Veira montó su primer negocio propio en San Andrés se fue con él. Allí lo conoció el inolvidable Rafa Benito, que lo fichó para el hotel Finisterre. «Me vino a buscar a Árbore. Me atrajo lo de seguir aprendiendo y conocer el sector de los eventos. Estuve 5 años y después monté una empresa de asesoramiento gastronómico. Me contrataron del grupo Nove y trabajé un tiempo en Oporto. Me lo pasé como un Erasmus», relata este emprendedor con aspecto de niño. Cuando no está en los bares ni delante de un ordenador, aprovecha para jugar al tenis en la Escuela Marineda de Culleredo.