Santiago Fernández: «Me han llegado a pedir en alguna película que no hablase tan bien»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

F. M.

El emblemático estudio teatral CasaHamlet celebra su 25.º aniversario

22 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A Santiago Fernández (Muros, 1947) se le reconoce más en audio que en foto. Y es que su voz y su forma de hablar deberían estar protegidos por Patrimonio. Pero más allá de sus trabajos en el mundo del doblaje, el legado de Santiago, compartido por el también actor y dramaturgo Manuel Lourenzo, se llama CasaHamlet. Este estudio y escuela de teatro cumple 25 años como foco de arte y cultura escénica en la ciudad. Y lo celebran con un montaje titulado Macedonias: Unha teatral guerra, «una macedonia de textos sobre la guerra que hicimos pensando en Ucrania. Hay piezas de Eurípides, de Manuel Lourenzo, de Laila Ripoll, de Cunqueiro... Al que añadimos otros textos de José Luis Alonso de Santos, Xesús Pisón, Thomas Bernhard... », explica Santiago. Habrá posibilidad de disfrutar de estas Macedonias en Betanzos (jueves 25), Corcubión (sábado 27), Circo de Artesanos (martes 30), Miño (2 de junio) y Pontedeume (8 de junio).

—¿De dónde salió CasaHamlet?

—Tanto Manolo como yo estábamos dando cursos en diversos lugares y decidimos montar una escuela de teatro para formar a actores. Ten en cuenta que todavía no existía la Escuela Superior de Arte Dramática de Galicia. Además, editamos la revista CasaHamlet, que dirigió Francisco Pillado, gran amigo y socio que ya no está con nosotros, y unos manuales de teatro que siguen siendo algo básico para la formación actoral, aparte de formar escuelas de teatro en concellos como Outes, Miño, Arteixo, Culleredo, Betanzos...

—Y en estos 25 años, ¿cómo ha cambiado el panorama cultural?

—Creo que bastante, y no para mejor, precisamente. Antes, A Coruña se apoyaba mucho más en la creación propia, sin ser algo endogámico, sino que lo que surgía a nivel musical, teatral o literario contaba con un apoyo importante que no he notado en estos últimos diez o quince años. Hubo un bajón, al menos desde mi perspectiva. Aunque quizá sea también que me hago mayor y mis querencias y gustos no coinciden con lo que ahora se lleva.

—¿Qué se encuentra el alumno que entra en CasaHamlet?

—Se encuentra con una formación académica clásica en la que se enseñan cosas tan básicas y fundamentales como interpretar con el cuerpo, interpretar con la voz, con el pensamiento y con el movimiento. He visto a alumnos enfrentarse a un texto de Lope de Vega o Calderón y no entenderlo. Son textos escritos para personas semianalfabetas de hace cuatro siglos que los comprendían perfectamente, y ahora nos cuesta entender lo que significa ese «Hipogrifo violento» con el que arranca La vida es sueño». Aportamos esa base clásica de la enseñanza, saber hablar, saber moverse. La primera condición de cualquier actor o actriz en escena es que se le entienda. Cuando a un actor no se le entiende o tiene que utilizar un micrófono para que se le escuche porque su voz no tiene proyección ni resonancia suficiente en un escenario, le falta algo básico. Los griegos no utilizaban micrófonos, hablaban en lugares abiertos y se les entendía perfectamente. No te digo ya en teatros como el Rosalía o el Colón, que cuentan con las condiciones idóneas para no tener que andar con micros.

—Pero seguro que muchos actores tienen la vista puesta en el audiovisual, más que en el escenario.

—Como en cualquier arte es imprescindible una base académica. Se dedique a lo que se dedique, el actor tiene que formarse, y el único lugar donde se forma un actor es en el teatro. A partir de ahí puedes saltar al audiovisual, al doblaje... Pero la interpretación pura y dura se da en el escenario. Si no has pasado por el teatro malamente podrás ser actor de cine o de doblaje.

—En ocasiones se percibe cierto déficit de claridad en la dicción de ciertos actores en películas y series.

—Es un defecto que viene del cine americano, aquello de vive el personaje pero no lo interpretes. Participando en alguna película me ha llegado a decir el director que no hablase tan bien. ¡Incluso me han pedido que no interprete! [Risas]. ¡Pero si mi trabajo es interpretar! Este arte radica en actuar sin que se note que estás actuando, pero la gente ahora confunde la naturalidad con lo doméstico. Y no, el actor no puede hablar como se habla en la calle. El cine y el teatro son artes, no son una imitación de la vida, sino una proyección superada.

«Tenemos alumnos que solo quieren mejorar su capacidad de comunicación»

Por CasaHamlet han pasado actores de renombre, pero también alumnos que pretendían aplicar la formación teatral a profesiones lejanas a los escenarios.

—¿Cómo es el alumno de CasaHamlet?

—Tenemos profesores, abogados, médicos... Y algunos quieren ser actores profesionales, pero otros tan solo vienen para mejorar su capacidad de comunicación, porque quieren utilizar su voz como una herramienta eficaz o simplemente porque quieren crecer como seres humanos, ya que al fin y al cabo esto es una formación humanística. No todo el mundo viene enamorado de la poesía clásica preguntando cómo se trabaja la musicalidad de un pie yámbico o un verso trocaico. Aquí potenciamos su capacidad de seducción, en el mejor sentido del término. No es ya lo que cuentas, sino cómo lo cuentas.

—Cuentan también con un estudio de doblaje.

—Varios alumnos terminaron pasándose al mundo del doblaje o la publicidad. Han dado el salto del escenario al micrófono, que es bastante puñetero, porque ante el micro el defecto se multiplica. En teatro lo puedes disimular con la interacción con el resto de actores, pero ante el micrófono la sutileza de una dicción incorrecta se nota mucho más.

—¿Se ve otros 25 años al frente de CasaHamlet?

—Ojalá, pero no me veo yo a los noventaytantos en el escenario, como Héctor Alterio. Afortunadamente se han incorporado profesores nuevos, tenemos el semillero de los alumnos más jóvenes, con grupos de 13 y 14 años. Eso asegura la continuidad de la labor que iniciamos Manuel y yo. Espero que la marca CasaHamlet no desaparezca con nosotros, que quede en A Coruña como una parte de su historia cultural.