Manuel, de proyectar películas a compartir piso en A Coruña: «A mis 60 años, buscar donde vivir es terrible»
A CORUÑA
Este extrabajador del audiovisual se vio abocado a vivir en una habitación, una «odisea» en una ciudad donde los cuartos en alquiler escasean y alcanzan ya el umbral de los 350 euros de media
18 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La problemática del alquiler en A Coruña es una realidad a la que solemos poner cifras, las que ofrecen las estadísticas oficiales y las medias que facilitan las agencias, pero que también tiene rostros. Manuel, el nombre ficticio de este vecino que ha accedido a contar su historia, es uno de ellos. Aunque su cara prefiere que siga en el anonimato, su voz sirve para conocer más de cerca la «odisea», cuando no «caos», que supone buscar un piso compartido o una habitación en régimen de alquiler en el municipio.
«Solo puedo decir que, a mis 60 años recién cumplidos, buscar donde vivir es terrible», remarca. «Tras cotizar más de 27 a la Seguridad Social», continúa, se encuentra en una situación económica comprometida. Subsiste gracias a la ayuda del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) para mayores de 52 años desempleados. Unos 480 euros.
«Muchas veces te tratan como si pidieras algo gratis. No es así, solo quiero vivir dentro de mis posibilidades», explica. Resumir cómo llegó hasta aquí es una historia larga. Nacido en Madrid, trabajó allí como proyeccionista en cines como los Conde Duque. También en los Compostela, en Santiago, o en los Filmax de A Coruña, cuando se inauguraron en el 2005. Antes, despachó en una oficina de prensa y se formó como doblador. Con la irrupción del digital, y los cierres de salas, quedó sin trabajo. Un préstamo y problemas familiares lo llevaron a vender su piso en Santiago, donde vivía con su madre, ya fallecida. Hasta hace poco fue tirando de ahorros. Entonces, no se imaginó que sería usuario de la Cocina Económica, donde recoge la comida que le da sustento. Está agradecido a su trabajador social y también a otra iniciativa. «He tocado todos los palillos este año, Cáritas, la Cruz Roja, Alas, la Fundación 26 de diciembre... Y nada. No había ningún itinerario para personas como yo, me dijeron. Finalmente, gracias a Poten100mos tengo un techo, un contrato de convivencia con otro señor por el que pago 200 euros en Labañou. Es una habitación espaciosa, con luz, internet y televisión», cuenta.
«Llevo diez años sin un sueldo, sigo buscando, el caso es dónde. No me importa reciclarme, aunque soy de Madrid me saqué el Celga. Lo que necesito es trabajar dos años, para no acabar solo con la pensión no contributiva. Eso y vivir tranquilo. Tengo diabetes, tensión alta...», expresa. Este es el único desenlace que anhela este extrabajador del mundo del cine.
El circuito de los dormitorios individuales ronda las 200 unidades, cada vez más caras
De febrero a septiembre, el precio medio por una habitación en alquiler ha pasado de los 300 a los 350 euros en A Coruña según los cálculos realizados por la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein). En la actualidad, en el circuito de comercialización hay unas 200 en la ciudad. Son la alternativa para los que, como Manuel, no se pueden permitir vivir solos. El problema es que tampoco son una solución económica ni abundante. El auge de las viviendas vacaciones tampoco ayuda.
«Lo que he experimentado es que hay mucho mercado negro. Acabas en pisos donde te subarriendan el dormitorio de forma ilegal, cuando no está permitido por contrato», desvela Manuel. El mercado tensionado en una ciudad con más de 20.000 pisos vacíos es un problema que, opina, debería abordarse de forma integral por parte de las Administraciones e instituciones benéficas. «Podría crearse un registro compartido. Como ciudadano me he sentido muy desprotegido. En las oenegés muchas líneas de ayuda son para colectivos específicos, como migrantes. Yo ya no pertenezco a ninguno. Solo soy una personal normal, soltero y sin hijos, de 60 años que quiere seguir adelante», manifiesta.
Los perfiles como el de Manuel han dejado de ser una rareza. Los estudiantes ya no son los únicos que demandan habitaciones individuales para alquilar o buscan un compañero de piso. Las mensualidades por encima de los 750 euros de media por apartamento obligan también a trabajadores a recurrir a esta alternativa.
«En la calle Barcelona me pedían 300 euros por un cuarto minúsculo, y no hablamos del centro. Por uno similar, con la persiana rota, pagué 280. Ahora solo pido que me quede como estoy, aunque soy consciente de que, un día u otro, esto puede acabar. Por ahora solo tengo la prestación. Además de la habitación, estoy pagando 90 euros por un trastero donde tengo metida toda mi vida», concluye. Todas las películas de su vida, habría que añadir. Una colección que nunca lo abandona.