Pedro Rubín: «El paternalismo nunca funciona, sea cual sea la condición del actor»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Pedro Rubín
Pedro Rubín CESAR QUIAN

El director del Teatro Valacar está al frente del festival de artes escénicas que acoge la sede de la ONCE en noviembre

20 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A lo largo de este mes de noviembre se está celebrando el Festival de Teatro Valacar, el que lleva el nombre de la compañía y escuela que, con le respaldo de la ONCE, acumula años consiguiendo la integración de personas ciegas en las artes escénicas. Su director es Pedro Rubín (Ferrol, 1967), que se revela ante esta explicación que considera simplista. «Somos una compañía de teatro, como cualquier otra, y así se nos debe juzgar, por nuestro trabajo», afirma severo. Esta semana (jueves, viernes y sábado, a las 20.30 horas), tenemos la última oportunidad de disfrutar de este milagro escénico en la sede de la ONCE, en el Cantón Grande. Representan una obra de Sanchís Sinisterra, El Gran Teatro Natural de Oklahoma, después de haber presentado ya en semanas pasadas Liquidación de existencias, del propio Pedro Rubín. El modo de entrar al teatro es muy fácil, basta con presentar en la puerta un billete del sorteo de la ONCE de ese día. Haya tocado o no, en este caso el premio de una tarde de teatro está asegurado.

—¿Cómo termina en Valacar?

—Tengo mi propio grupo de teatro, que es Teatro Galileo, pero hace unos siete años presenté un proyecto y me ofrecieron llevar el grupo. Y a partir de ahí fue cuando pasamos a tener el festival, el premio, a desarrollar un centro de formación y producción teatral altamente profesionalizado, que era el reto. Aparte de director teatral soy psicólogo, así que suelo trabajar mucho con las fortalezas personales, intentar sacar todo lo que puede aportar cada uno. Así que les presenté mi proyecto que, básicamente, venía a decir que me daba igual su discapacidad, que íbamos a trabajar sus fortalezas. A partir de ahí empezamos a trabajar sin paternalismos ni condescendencias, que es algo demasiado frecuente en estos ámbitos. Todo el que quiera subirse a un escenario con Valacar tiene que ser un actor.

—Pero no es una compañía integrada estrictamente por profesionales.

—Intentamos seguir el modelo del Orfeón Donostiarra, que conozco muy bien. A pesar de ser un grupo en el que hay integrantes aficionados, tiene una alta profesionalización en todos los ámbitos y son muy reconocidos por su calidad. Ese es mi objetivo, parecernos al Orfeón.

—Esta profesionalización, ¿cómo se la han tomado los actores?

—Supongo que al principio pudo surgir algún temor o alguna desconfianza. Pero con un poco de didáctica quedó todo claro. El que se sube al escenario tiene que estar dispuesto a pagar un precio, que no es otro que hacerlo lo mejor posible. A partir de ahí, a largo plazo, es positivo. El paternalismo no funciona en teatro, sea cual sea la condición del actor. El propio concepto que tiene el actor de sí mismo se termina viendo perjudicado.

—Pero tendrá un modo especial de trabajar, dadas las condiciones visuales de los actores.

—Sinceramente no. No hay nada especial en nuestro modo de trabajar. Hombre, hay cuestiones técnicas obligatorias, dadas las circunstancias, como la señalización de espacios, tener cuidado si hay una columna en medio para que nadie se choque, o si hay un foso ante el escenario. Eso es lo único especial. Por lo demás trabajo con Valacar como con cualquier otra compañía. La especialidad viene con cada actor, que no todos responden igual a las mismas didácticas. Pero eso es independiente de si ve o no ve.

—Cuénteme cómo termina un psicólogo dedicándose al teatro.

—Realmente fue al revés, primero fue el teatro y después la psicología. Fueron mis dos sueños desde siempre. Empecé en el teatro en 1989 y dos años más tarde ya tenía compañía. Pero cuando llegó la crisis del 2008 se vino todo abajo, fue una hecatombe bestial para el sector. Así que me quedaban dos opciones, o seguir llorando y esperando o aprovechar ese tiempo sin trabajo para hacer realidad mi otro sueño. Así que hice Psicología y empecé a ejercer.

—¿Le es útil su formación como psicólogo a la hora de dirigir la compañía?

—Totalmente. Las herramientas que he aprendido como psicólogo me valen muchísimo para enfocar muchas cosas del teatro. Me permite ver las necesidades y dificultades de cada actor, determinar su origen personal y analizarlas.

—En el festival han entregado el premio FTV a una compañía portuguesa, O Teatrâo.

—Es un premio pionero, no existe otro igual que reconozca de modo exclusivo a personas u organismos que estén apostando por la democratización del arte, para que pueda llegar a cualquier persona. O Teatrâo tiene un proyecto con funciones teatrales inclusivas en las que consiguen superar las limitaciones de las discapacidades. Se merecen este premio, sobre todo porque hacer un proyecto así de la nada es algo muy complicado. Una vez que va rodando la cosa ya funciona y es más asequible. Pero ponerlo a andar es dificilísimo, tienes que pelear con mucha incomprensión, con la incredulidad de la gente que no ve que cosas así son posibles.

«Perseguir tus sueños, aunque no se alcancen, es lo que da sentido a nuestras vidas»

Una muestra de la carencia de límites de Teatro Valacar la encontramos en el hecho de que hayan escogido una compleja obra de nada menos que Sanchís Sinisterra para representar.

—No había nada más complicado.

—¡Al contrario! Llevo unos cuarenta montajes teatrales a mis espaldas, y me doy cuenta de que cuando trabajas con obras de genios de la talla de Sanchís, todo es mucho más fácil. El trato con su representante es fabuloso, siempre reman a favor, no hay nunca ningún problema, y eso es lo que caracteriza la grandeza de un gran maestro.

—¿De qué va este Gran Teatro Natural de Oklahoma?

—Habla de una persona que está entre dos mundos, el de las obligaciones y el de los sueños. Y ese mundo utópico lo representa el Gran Teatro Natural de Oklahoma. Es esa lucha permanente que todos tenemos entre hacer lo que realmente queremos, cosas que son realmente importantes para nuestra vida, o seguir una dinámica en la que terminas muriendo sin haber realizado tus propios sueños. El mensaje es ese, ponerse a trabajar por los sueños de cada uno. Como psicólogo he trabajado en cuidados paliativos y allí me encontré con un sinfín de gente que se quejaba de lo mismo, no haber intentado alcanzar sus sueños. No de no haberlos conseguido, sino simplemente de no haberlo intentado. Perseguir nuestros sueños, aunque no se alcancen, es lo que hace que una vida haya valido la pena. Creo que haría mucha falta abrir un debate sobre las prioridades de la sociedad actual.

—Le pega mucho la obra a Valacar.

—Muchísimo. Es lo que hacemos aquí, perseguir nuestros sueños a pesar de las dificultades.