PATRICIA GAGO

Unos vaqueros. Con la oferta textil de esta ciudad, sin salir del centro, la cosa debería ser simple. Ilusa de mí, porque el sobrepeso y la democratización de la moda son enemigos íntimos

24 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Solo quería unos vaqueros. Una aspiración bastante modesta. Nada de florituras, nada de diseño especial, nada excéntrico. Unos vaqueros. Con la oferta textil de esta ciudad, sin salir del centro, la cosa debería ser simple. Ilusa de mí, porque el sobrepeso y la democratización de la moda son enemigos íntimos. ¿Qué talla te doy?, me preguntó una dependienta amabilísima en una conocida tienda. Tenemos hasta la 44, me dice. Pues la 44 entonces, contesté con la esperanza de que ese baile de centímetros que se marcan las tallas jugase a mi favor. No les voy a contar los centímetros que le faltaban al primero para cerrar el botón. Reviso la talla: efectivamente, una 44. Y descubro, con sorpresa, que ese modelo alcanza hasta la 48, según la etiqueta. Aviso a la dependienta, que se sorprende tanto como yo. En tienda desde luego no la hay, me dice. (Esto me recuerda a otra conocida marca que talla mucho, mucho más... pero que en tienda física disimula: si quieres más tela, tienes que ir a su página web. Se ve que en las perchas no luce igual).

La dependienta dispara al código de barras: las tallas 46 y 48 aparecen en rojo. Ni en tienda ni en web, ya sé lo que pasa, me explica. Estos vaqueros se hicieron también para nuestros uniformes. Por eso hay más talla, pero no para vender. Qué curioso, le digo, las trabajadoras pueden usar una talla 48, pero las clientas no. Sonríe, comprensiva, y me anima a probar otro modelo que, con la misma talla 44 en la etiqueta, cierra. Me los llevo, claro. Contra el espíritu de la marca, supongo, porque mi tamaño no debe de encajar en la imagen que quieren transmitir. Menos mal que sus trabajadoras pueden salir del patrón estándar. El uniforme, siempre tan democrático.