De los carteles de Felipe Peña a la última llamada de Moneo, la primera propaganda arquitectónica en A Coruña

M. CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Los arquitectos Felipe Peña, a la derecha, y Luis Muñoz, en la plaza de Pontevedra de A Coruña
Los arquitectos Felipe Peña, a la derecha, y Luis Muñoz, en la plaza de Pontevedra de A Coruña CESAR QUIAN

Un libro editado por el sello Labirinto de Paixóns reúne diseños y textos sobre las históricas conferencias de grandes nombres de la disciplina celebradas en los años 80 en la escuela de A Zapateira

28 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Suena un teléfono en el Manhattan durante la entrevista con los arquitectos Felipe Peña y Luis Muñoz a propósito del libro Los carteles de Felipe Peña, que presentan este miércoles a las 13.00 horas en la escuela de Arquitectura de A Coruña. Peña coge su móvil, mira el nombre y lo muestra. Es Moneo. Hace un momento estaba hablando de él. Fue uno de los primeros arquitectos que envió su texto para el libro y llama para agradecerle el ejemplar que le envió y decirle que ha quedado bien, que le gusta mucho.

Peña dice que su amigo es implacable en las críticas, y por ello temido y deseado a la vez. Una amistad de 60 años. Jugaban al rugbi sin saber el uno del otro hasta que un entrenador recomendó al entonces estudiante de la escuela de Madrid para hacer prácticas en el estudio del actual Pritzker. «Moneo ya era conocido, había recibido el Premio de Roma, tenía un proyecto muy bonito para el Obradoiro, había publicado un artículo precioso sobre Gardella. Aún no tenía a nadie en el estudio. Estaba yo allí solo, y él entraba y salía», recuerda.

A Felipe Peña enseguida se le va la mano y empieza a dibujar en una servilleta la planta del Banco de España en la calle de Alcalá para explicar el proyecto que trajo a Rafael Moneo a A Zapateira el 30 de enero de 1981. Eran los primeros años de la escuela, «nueva, ingenua, entusiasta y ávida de debates», escribe en el libro. 

Inventar la enseñanza

Entre los profesores, muy jóvenes, las dudas eran colosales. «No habíamos enseñado nunca. Cogíamos cosas de Madrid y de Barcelona, textos muy buenos que había, y fuimos haciendo», cuenta el artífice del programa de conferencias que atrajo aquellos años a A Coruña a arquitectos de primer nivel —Moneo, Rossi, Siza, Távora, Candela, Solá-Morales, Miralles, muchos de ellos amigos de los profesores— para explicar su obra y afinar la docencia. «Normalmente eran obras recientes, conocidas, polémicas, arriesgadas (...). Solo una extraordinaria confianza en el arquitecto invitado podía justificar aquella expectación», recoge el libro.

De «reclutar asistentes» se encargaba, como razona en el preámbulo Luis Muñoz, «la propaganda», los carteles improvisados que Felipe Peña componía con «lo más avanzado que teníamos», lápiz, rotring, papel de croquis, plantillas, transparencias, tijeras, celo, fotocopias y poco más. Sobre estos diseños-colaje, amarilleados 40 años después, trata el volumen espléndidamente editado por el sello Labirinto de Paixóns, codirigido por Muñoz. Un catálogo de 70 diseños, enfrentados en página par a los textos de los arquitectos cuya presencia anunciaban —o cuando no fue posible, de personas próximas a ellos—, forma el cuerpo central del libro y la exposición que hoy se inaugura en A Zapateira.

Las manos de Siza dibujando, la ampliación del Banco de España de Moneo aislada del contexto, el perfil caricaturizado de Francisco Alonso, un retrato de Nuno Portas y, descollando entre el resto, el cartel «Cen ideias para a SETA de Elviña», en el que el primer director de la escuela, José Antonio Franco Taboada, ve a Moebius y al underground Zap Comix de Robert Crumb. Pero es Muñoz quien profundiza en la lectura de los carteles de Peña y sus fuentes, en «lo que se ve y lo que no se ve», desde la publicidad vanguardista de Schwitters a Toulouse-Lautrec, Luis Seoane y Díaz Pardo.

El libro, que aun se ensancha con tres capítulos finales dedicados a enunciados de Proyectos, otros diseños (ojo al del Plan Especial de Santiago en Bonaval) y caricaturas, guarda perlas como la conversación entre Aldo Rossi y un asistente a su conferencia en Lugo contada por César Portela. Impagable.