Los jabalíes esparcen la basura y la maleza se come las casas en el barrio de O Portiño, en A Coruña

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Las 65 familias de O Campanario piden al Ayuntamiento que limpie la zona «con urgencia»

25 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El barrio de O Portiño tiene 256 residentes y varias piaras de jabalíes que los tienen fritos. No hay noche que los puercos salvajes no se den un festín en los cubos de la basura, volcándolos, vaciándolos y dejándolo todo lleno de desperdicios. Día tras día, el conocido como lugar de O Campanario se llena de más mugre. Imposible caminar sin pisar papeles, latas o restos de comida.

No es ese el único problema que tienen en un barrio muy unido y concienciado, donde al último que se le ocurrió ponerse a vender droga lo echaron con cajas destempladas. «Hasta nos dispararon», recuerda Bienvenido Gabarri. Es un sitio donde todos se llevan bien y se tratan como si vivieran bajo el mismo techo. «Aquí queremos estar tranquilos», dice Carlos Gómez, presidente de la asociación de vecinos de O Campanario. De la paz y armonía se ocupan ellos, pero hay muchas otras cosas de las que se tienen que ocupar otros, como de la basura, los jabalíes y la maleza. «Ahora que viene el verano tenemos miedo de que haya un incendio. Las zarzas son más altas que las casas», denuncia Carlos Gómez. También exigen al Ayuntamiento que sustituya los contenedores y retire toda la basura que se acumula por las calles y plazas.

En cuanto a los jabalíes, solicitan que la Xunta «envíe una brigada para llevárselos de aquí. Son varias familias de esos bichos las que bajan al barrio y lo destrozan todo».

Bienvenido Gabarri es el hombre a quien consultarlo todo en O Portiño. Este gitano que ronda los ochenta, además, es el mejor guía del barrio. A su lado, su hijo Luis Camarón y el presidente de la asociación de vecinos de O Portiño, Carlos Gómez. Todos nacieron en el barrio y fueron ellos quienes mejoraron la arquitectura y el nivel de vida de la zona.

Agradecen a distintos gobiernos locales lo hecho a lo largo de los años. Las viviendas del único edificio del barrio fueron completamente reformadas y a las casas bajas les cambiaron el techo. Otras, en cambio, tienen el tejado lleno de cubos con piedras para que las uralitas no salgan volando. Hace años, recuerda Carlos Gómez, «el temporal era tan fuerte que nos tuvimos que refugiar en el local social». Ese edificio que hoy está agujereado y necesitado de una reforma lo mismo funciona como oficina de empleo que como escuela de refuerzo, aula de baile o de cursillos.

El trabajo de Servicios Sociales «es muy bueno», coinciden todos. «Se ocupan de los niños, de que un bus los venga a recoger para ir al colegio y se preocupan por las necesidades básicas de la gente», dice Bienvenido.

Su hijo Luis está orgulloso del barrio en el que vive. En verano, dice, «es un paraíso». No obstante, si mañana le dan un piso se va de cabeza. Tiene de vecino a un joven matrimonio. Ella, embarazada de su segundo hijo. Ya presentaron todos los papeles. Pero muchas familias aseguran que nunca dejarían el barrio. «Aquí nacimos y estamos muy unidos. Solo necesitamos que se ocupen de la basura y de la maleza. De lo demás nos ocupamos nosotros», sentencia Bienvenido.