Una investigación con microscopía y modelos computacionales coordinada por Samuel Nión desvela que la inscripción grabada en una pizarra exhumada en 1953 no es coherente con ninguna escritura conocida
26 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«Esto no es romano. Pregúntale a los de medieval o a los de escrituras paleohispánicas». Así de franca fue la respuesta del primer especialista en epigrafía romana al que consultó el arqueólogo Samuel Nión sobre la enigmática inscripción grabada en una pequeña pizarra descubierta en el castro de Elviña que se conserva en el museo de San Antón. Durante 70 años nadie había discutido la interpretación de José María Luengo, que probablemente encontró la placa en 1953 y resolvió que los 20 signos tallados en tres líneas de texto habían sido escritos en latín cursivo y componían una ofrenda votiva a un dios desconocido. Algo tendría que ver con el dictamen que el hallazgo se hubiese producido en el Edificio de los Betilos, una estructura de notable influencia cultural mediterránea en la que apareció el excepcional Ídolo fálico y que entre el siglo III y el I a.C. puedo cumplir funciones religiosas o al menos comunitarias dentro del castro.
La extraña pizarra de Elviña, de 8,5 por 5 centímetros, cayó en manos del investigador del Incipit-CSIC en el 2017 a raíz del estudio de la epigrafía romana de la provincia de A Coruña que Nión llevó a cabo con ocasión de su tesis doctoral. «Pareceume rara. Eu algo sei, pero non é o meu campo. Descarguei varios manuais e fixen un modelo en 3D bastante burdo. Nada, incomprensíbel. Foron epigrafistas que saben moito os que me dixeron que non sabían o que era, pero que desde logo latín non. Entón empezamos a traballar», recuerda el arqueólogo, que coordinó a un equipo de investigadores del Incipit-CSIC y de las universidades de A Coruña y Santiago. Otro experto, de los treinta que consultaron desde entonces, fue especialmente elocuente en su reacción. «Tomouno a mal pensando que era unha peza falsificada. E podía ser falsa, esa posibilidade tamén había que comprobala —advierte el arqueólogo—. Había moitas cousas en xogo. Primeiro tiñamos que saber se era do castro, e despois mellorar a visualización dos trazos para chegar a un nivel alto de detalle e ver se podiamos interpretalos».
El trabajo, a punto de publicarse, tomó dos caminos para probar la legitimidad de la pieza. «A composición elemental da pizarra é coherente con outras que aparecen en Elviña, procedentes de dúas zonas fundamentalmente, Pol e Ortigueira. A análise suxire que veu das canteiras de Lombao, en Ortigueira, o que confirma que é contemporánea ao sitio habitado», explica Nión. Y sobre el riesgo de que el objeto fuese falsificado o modificado después del hallazgo, el equipo concluyó que de ser así los signos coincidirían con la interpretación inicial (latín cursivo) y no es el caso.
La pieza es legítima
Aclarada su autenticidad y después de afinar al milímetro la visualización del texto con técnicas avanzadas, los investigadores siguieron descartando opciones. «Falamos cos especialistas en latín medieval e resulta que tampouco era medieval. Cos de escrituras paleohispánicas [anteriores a Roma], e o mesmo. Que temos aquí? Non o sabemos. Dos ou tres signos aseméllanse aos romanos; outros dous ou tres, aos medievais, e outros, aos paleohispánicos do suroeste ibérico, mais non hai unha correlación sistemática con ningunha escritura coñecida da Península», adelanta el arqueólogo, que plantea varias hipótesis.
Primera. Un caso de imitación. En Elviña había una interacción continua con personas que conocían la escritura. Las evidencias de relaciones comerciales y culturales con Gadir, donde sí había literatura escrita, son claras, de modo que un habitante del castro que hubiese tenido contacto con algún texto podría haber reproducido signos sin voluntad de escritura real. Parece que ha habido experiencias semejantes en contextos religiosos como el de Elviña, aunque la hipótesis plantea problemas. Algunas características de la inscripción, el énfasis en un grupo de símbolos o la anchura diferenciada de las líneas «indican intencionalidade; podería ser unha imitación, como quen oe campás pero non sabe onde, pero o autor era consciente de parte dos significado», apunta Nión.
Un sistema híbrido
Segunda. Una escritura híbrida «que se dá en zonas de fronteira polo contacto de diferentes culturas e que podería ter sido necesaria para certas actividades. Un sistema combinado con elementos paleohispánicos mediterráneos e latinos», descifra el arqueólogo, que alude a precedentes cercanos como la mano de Irulegi.
Y tercera. Una escritura desconocida. «Esta hipótese é moi problemática. Non se coñece ningunha evidencia de escritura prelatina no noroeste de Iberia e dicir que é un sistema escrito sen saber transcribilo e tendo só un exemplo, en fin, é problemático. Pero hai puntos que vale a pena discutir», avanza el investigador, y señala la presencia «deliberada e repetida de puntos uniformes» y algunas variaciones de un mismo símbolo que podrían sugerir un sistema dual.
«Non sabes cara a onde estás a ir, pero tes a sensación de ir cara a un sitio», resume Samuel Nión del jeroglífico que los ocupó estos siete años. El debate científico sobre la pizarra —quién sabe si la piedra Rosetta de Elviña— está abierto.
«Un traballo de chinos» a cargo de filólogos, geólogos y especialistas en arqueología computacional
Irene García Losquiño, filóloga de la Universidade de Santiago; Lucía Pereira Pardo, investigadora del Incipit-CSIC que realizó el análisis microscópico de la inscripción; Jorge Sanjurjo, especialista del Instituto Universitario de Xeoloxía de la UDC que llevó a cabo el estudio geoquímico de la piedra para determinar su procedencia y si era compatible, como finalmente ocurrió, con el resto de pizarras excavadas en Elviña, y Miguel Carrero Pazos, especialista en arqueología computacional y profesor de la USC, integran el equipo coordinado por Samuel Nión que ha examinado la pieza y revisado la interpretación del epígrafe excavado hace 70 años, abriendo líneas de investigación y nuevos enfoques para el futuro.
«Foi un traballo de chinos», concluye Nión de los incontables modelos digitales en 3D con fotogrametría que desarrollaron para llegar al límite en la visualización de los trazos, el análisis con microscopía de 80 aumentos en el Incipit-CSIC o el posterior modelo digital, ya con las imágenes obtenidas en el microscopio, que alumbraron la nueva lectura de la inscripción, muy alejada de la aproximación de 1956.