José M. Fernández Caamaño, escritor: «Es falso que Eusebio da Guarda se enriqueciera en A Coruña con el tráfico de esclavos»

M. M.

A CORUÑA

ANGEL MANSO

Aficionado a indagar en archivos, presenta su versión de la historia del filántropo

29 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Un instituto, una escuela y una calle llevan su nombre. Su apellido, de origen portugués, bautizó una de las plazas de abastos más antiguas de Galicia, la de la plaza de Lugo. Sin embargo, José Manuel Fernández Caamaño (1948) se percató de una realidad: para la mayoría de los vecinos Eusebio da Guarda González (A Coruña, 1825 -1897) era poco más que eso, el nombre grabado en la placa de una escultura junto a la plaza de Pontevedra. «Lo que ocurre es que la memoria histórica se va apagando», explica.

Con la meta de rescatar del olvido al empresario y filántropo, presenta esta tarde, a las 20.00 horas en el IES Eusebio da Guarda, Vida y obra del mayor patricio coruñés, Eusebio da Guarda González (Publicaciones Arenas). Una indagación sobre la trayectoria de un hombre hecho a sí mismo y en cuya vida no faltaron la ambición ni los claroscuros.

—¿Por qué la palabra «patricio»?

—Porque, en vida de Eusebio de Guarda, era así como se llamaba a los filántropos, un término más actual. Como los antiguos patricios romanos. Así se refieren a él en documentos municipales.

—¿Quién fue Eusebio da Guarda?

—Fue el hijo de un maestro zapatero portugués y de una dama coruñesa. Aquí, su progenitor hizo fortuna y Eusebio estudió para ser piloto mercante. Sin embargo, el mar no le gustaba y se emplea en la casa de Juan Menéndez, un próspero empresario de origen gallego venido de Cuba. A Coruña era entonces el principal puerto del noroeste español y el tráfico marítimo con las colonias de Cuba y Puerto Rico era muy intenso. Ahí es donde se hicieron las grandes fortunas. Menéndez se dedicaba al comercio de importación y exportación, sobre todo, al transporte de migrantes a tierras americanas. Estos trasatlánticos eran conocidos como los «correos». Cuando fallece su jefe, Eusebio se queda con la mujer de Juan Menéndez, pues se casa con Modesta Goicouría, y con sus negocios.

—¿Diría que fue un buen aprendiz?

—Fue una persona muy inteligente para los negocios. Él expandió la empresa, introdujo el comercio de tabaco y consiguió la concesión, por real orden, del traslado de las tropas españolas a Cuba y Puerto Rico. También comercializaba con Filipinas. Además, fue el representante en A Coruña de la Compañía Trasatlántica Española y de la francesa.

—¿Quiso a Modesta, que ostentaba una importante fortuna?

—Muchísimo. Ella era unos diez años mayor que él, cubana, de padre vasco y madre isleña. Embelesaba. Que no pudiera ser soterrada en el panteón de San Andrés, la única condición que puso para sufragar la reconstrucción del templo, le afectó mucho. Estuvo con pleitos con la Hermandad de la Misericordia. Finalmente, los restos de ambos fueron enterrados en el panteón.

—¿Será la biografía definitiva?

—Creo que es una obra completa y documentada. Estuve más de cinco años investigando en los archivos y en los libros de actas municipales. Es la historia vivida por él y las obras que nos dejó: el instituto y el colegio que llevan su nombre, el mercado da Guarda en la plaza de Lugo y la reconstrucción de la iglesia de San Andrés, que hoy es castrense.

—Hay una leyenda negra que lo persigue, el comercio de esclavos.

—Es una fake news que se enriqueciera con el tráfico de esclavos. No consta ningún dato que confirme tal cosa. Estaba penado por ley, España firma el convenio de abolición de la esclavitud en los años veinte del XIX. Se dedicó a transportar emigrantes a Cuba que se empleaban en la construcción del ferrocarril o la industria del azúcar. Trabajaban en condiciones muy duras, sí, pero esa es otra historia. No se puede extrapolar el pensamiento de hoy al pasado. La historia hay que comprenderla en la época en la que ocurre.

—¿Quién vela por su legado?

—Eusebio y Modesta no tuvieron hijos. El negocio de Eusebio da Guarda se muere con él, la consignataria deja de trabajar un año antes de la pérdida de las colonias. Los tres hijos de Modesta con su primer marido estaban en otros lares y la testamentaría vende su casa, en la calle Real y la Marina, que compra el dueño del Banco Etcheverría. Los Banet, en Galicia y en Cataluña, son las últimas ramas familiares que quedan. Podrían revertir la titularidad de tres de las propiedades que dejó, el mercado y los centros educativos, si los destinan a otros usos, como ser un centro comercial, por ejemplo.