Tenemos que ir acostumbrándonos porque cualquier día nos cruzamos con Richard Gere corriendo por el paseo marítimo. Y, aunque los de mi generación (sobre todo las de mi generación) aún lo vemos vestido con aquel chándal ochentero como Zack Mayo en Oficial y caballero, han pasado unos cuantos años. Tantos que si nos llegan a decir entonces, cuando Mayo se hacía Mayonesa con Debra Winger, que ese oficial iba a venir a vivir a Oleiros se nos haría el culo champán. Pero estamos tan hechos a las celebrities últimamente que ya entendemos que vivir na Coruña es una aspiración para cualquier ser terrenal. De Richard Gere y de su mujer, Alejandra, se ha publicado que están buscando un solar más allá del puente de A Pasaxe porque buscan una residencia confortable para ellos y sus hijos, como tantos coruñeses y coruñesas que duermen en ese límite y después viven el día a día de nuestra ciudad. Si pronto se hacen con la propiedad, veremos a Richard Gere con el pan y el periódico debajo del brazo (es de la edad del papel) paseando por el Cantón con esa sonrisa picarona que le achina más los ojos, saludando como un coruñés de pro. O tal vez nos lo encontraremos sentado al sol, en un banco de las Esclavas, mirando a Riazor mientras acaricia a sus perros. No sé si Richard, por aquello del nombre, parará después a tomar un vino en Ricardo, o se aficionará a la cola imposible de la tortilla de O Cabo, o cenará en Árbore da Veira, o nos lo encontraremos tomando un pincho en el Surrey cualquier noche de sábado por la Barrera. Pero nos tenemos que ir haciendo a la idea, igual que ya vimos a Naomi Campbell comprando en Zara, a Linda Evangelista saliendo del Finisterre, o a Jon Kortajarena brindando en nuestra ciudad, nada puede extrañarnos. Richard ya es uno más.