El infortunio compartido por dos hombres que fallecieron después de cobrar grandes premios en juegos de azar
11 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Emilio Lusquiños, coruñés, 68 años. Muy querido. Un buen tipo. Gana 1,2 millones de euros en la bonoloto, pero apenas puede disfrutar de su dinero. Solo tres meses después fallece por causas naturales.
Infortunio, una suerte horrible... So los comentarios lógicos a la noticia de La Voz de Galicia. Pero me llama la atención uno que pone en relación los dos hechos, como si se tratase de un equilibrio salomónico: la suerte sonríe con un premio y lo compensa con un golpe de gracia.
Curioso, y muy en línea con la más atávica superstición, tan nuestra. Como si fuese posible hilvanar ese hilo conductor entre los hitos de la fortuna. Es también la base de la falacia del jugador: la creencia equivocada de que los hechos pasados afectan directamente a los futuros. La demostración científica de que ese planteamiento es falso no ha impedido la ruina de muchísimos apostadores de cartas o de ruleta, porque ahí es la superstición la que guía las decisiones.
Esta, como la falacia del jugador, se articula también desde la creencia de que un hecho aleatorio tiene menos posibilidades de ocurrir si ya sucedió recientemente. Falso otra vez:
Mato Grosso, Brasil. 9 de noviembre del 2024. Antônio Lopes de Siqueira, de 73 años, gana el Mega-Sena, una de las loterías más famosas y populares del país. ¡33 millones de euros al cambio! El 4 de diciembre, ni un mes después, muere tras pasar por la consulta del dentista. Como el coruñés Emilio, iba a comprarse una vivienda.
Nada, menos la casualidad, vincula los casos de Emilio y Antônio. Cada uno lanzó un buen puñado de monedas al aire y en todas salió cruz. Es improbable, no imposible.
Ya saben: ¡carpe diem!