Matogrande, de barrio tranquilo a zona conflictiva: «A las siete de la mañana llega gente borracha pidiendo más alcohol»
A CORUÑA

Comerciantes y vecinos denuncian los problemas de un «after» del lugar
22 feb 2025 . Actualizado a las 19:15 h.Un solitario cubata descansando en el suelo, ya aguado por los hielos derretidos, y unas cuantas colillas de cigarros son los últimos restos de la juerga de la noche anterior que quedan al mediodía en la calle Enrique Mariñas Romero de Matogrande. Una zona alejada del centro de la ciudad, tradicionalmente tranquila y ocupada por viviendas y oficinas. El ocio nocturno, no obstante, está cambiando la cara del lugar.
El pasado domingo, una multitudinaria trifulca frente al after Ginger (antes Noll Lounge Bar) desembocaba en batalla campal y se saldaba con cuatro agentes de la Policía Local heridos y cinco civiles detenidos. El motivo de la discordia fue el incumplimiento de las normativas municipales. Alertadas de que el local estaba abierto más allá de la hora límite, las autoridades acudieron sobre las 5.30 horas a forzar a los dueños a cerrar. No gustó esto a algunos clientes, que en un arranque de ira la emprendieron a pedradas con el operativo policial. El altercado escaló y, lo que cualquier otro día habría sido una intervención rutinaria, acabó siendo un grave episodio de violencia.
Los comerciantes de la zona ya están casi acostumbrados. No hay bar en un par de manzanas a la redonda que no haya recibido alguna vez, a primera hora de la mañana, a algún cliente pasado de copas con intención de alargar aún más la ingesta. Algunos son respetuosos. Otros no tanto. La actitud de los hosteleros varía. Por ejemplo, en el Santa Bar no se sirve alcohol antes de las 12.00. Así se evitan posibles problemas derivados de la ebriedad de los que salen del cercano after. «Normalmente lo aceptan y no causan más problemas», admiten los responsables de la cafetería.
Pero otros sitios han corrido peor suerte. El restaurante Fire Capitano tiene un largo historial de vandalismo sufrido. «Desde que abrió el after son todo problemas», comienza a relatar una de sus trabajadoras. «Una vez nos encontramos que un borracho había forzado la puerta de la terraza y se había puesto a dormir ahí. Otra vez nos rompieron el cristal del local y nos robaron varias cosas», recuerda. Tienen la suerte —si es que suerte se le puede llamar— de abrir relativamente tarde, por lo que no coinciden demasiado con los últimos fiesteros. «Nosotros, por suerte, abrimos a las 10, y a esa hora ya no hay gente de fiesta. Pero hay otros bares de la zona que abren a las 7 y les llega gente muy borracha pidiendo más alcohol y armando jaleo».
Algunos establecimientos optan por permitir que los trasnochadores se tomen la última en sus terrazas. Pero eso sí, reservándose el derecho de admisión. «Si vemos que son respetuosos y no molestan, les dejamos quedarse y les servimos. Pero si vienen armando escándalo y quieren causar problemas, directamente no les dejamos entrar», cuentan en el bar Bannah.
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Los vecinos, hartos
Aunque no hay viviendas en los aledaños inmediatos del Ginger, sí las hay a apenas unos metros, en las áreas a las que se trasladan las últimas convulsiones de la juerga, cuando incluso el after-hours cierra sus puertas. Es en ese momento, a primera hora de la mañana, cuando coinciden los vecinos con los juerguistas. Y esto ha sido un foco de intranquilidad en los últimos tiempos.
«Yo creo que hará unos cinco años que esto se empezó a descontrolar», rememora María Salgado, presidenta de la Asociación de Vecinos de Matogrande. «Hay gente que sale del after y luego cruza el barrio queriendo continuar la fiesta. Siempre bajan en grupos, y cuando se ponen a discutir se les escucha hasta con las ventanas cerradas. Y en verano, cuando las tenemos abiertas, es aún peor».
Sí reconocen, no obstante, la continua y diligente vigilancia de las fuerzas del orden. «Los fines de semana siempre hay policía en la zona». Esto contribuye a que, a pesar del ambiente enrarecido, se sientan más seguros. Pero no evita las escenas esperpénticas. «A veces hay gente desnuda por aquí, o que orina en cualquier lugar. Nosotros hemos aprendido a cambiarnos de acera si los vemos».
Los taxistas evitan pasar por la zona de noche y a primera hora de la mañana
También salen perjudicados con esta situación los taxistas. Hace tiempo que evitan hacer servicios en esta zona a última hora de la noche y primera de la mañana. Las malas experiencias los han escarmentado, y prefieren limitar su radio de acción que enfrentarse a situaciones desagradables. Creen que la problemática ha ido a peor en los últimos años. «Se te sube al coche gente superpasada e irrespetuosa. No siempre es que se pongan violentos, pero te vacilan y es una carrera incómoda. Yo estoy trabajando. No me importa hablar normal con un cliente, pero a vacilar te vas a tu casa», narra un taxista indignado.