
Marc Anthony, desde luego, no ofreció el concierto de su vida el pasado domingo en su esperadísima actuación en el muelle de Batería
18 jul 2025 . Actualizado a las 10:56 h.Si antes de salir tienes a tu público gritando «¡fuera, fuera!» y haciendo peinetas hacia un escenario vacío, a lo mejor deberías pensar que o das el concierto de tu vida o es muy probable que el amor de tus fans se convierta en ira. Y Marc Anthony, desde luego, no lo ofreció el pasado domingo en su esperadísima actuación en el muelle de Batería. Después de tener a la gente de pie más de una hora a la espera de que la noche cayera en A Coruña, lo que ofreció no sirvió para amortiguar el retraso. En absoluto. Más bien, al contrario. Encendió aún más al personal, que terminó la noche con un cabreo monumental.
Antes de empezar el recital, sus músicos aguardaban en las tablas mucho tiempo antes. Una situación anómala que ya avanzaba lo que venía. Luego, una grabación dio inició de la actuación. La banda tocaba por encima y se podía escuchar a Anthony enlatado con su imagen proyectada en las pantallas. Hasta que llegó él, el rey de la salsa romántica, con esa aura de estrella capaz de arreglarlo todo. Esta vez no. Su voz sonaba tan mal que inicialmente muchos pensamos que había un fallo en la microfonía inalámbrica. Rápidamente se constató que Marc, un vocalista otrora brillante, cantaba a tirones, no acababa los versos y ponía el micro al público para que este le hiciera estrofas completas.
En la mezcla se subían los instrumentos para esconder las deficiencias. Estas quedaron totalmente patentes cuando llegaron las baladas. Por mucho que sus devotos se entregasen, no había manera de conectar. Los solos a lo Van Halen de su guitarrista no compensaban el desaguisado. Tampoco apelar a Perales con esa actitud. Muchos optaron por irse, entre indignados y apenados. Un despistado preguntaba fuera: ¿Cantó La gozadera? «No, la metió en el pozo», le dijeron.