
A veces somos extraños en nuestra ciudad y nos pavoneamos como unos zopencos
31 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Que ningún coruñés de pro tiemble, pero no puedo dejarlo pasar. Sé que hay gente ahí fuera que vive en esta ciudad, que ha nacido incluso aquí, y que jamás ha pisado la arena de Riazor. Y se jactan de ello. Caminan por el paseo marítimo, disfrutan de las vistas desde lo alto, pero nunca han sabido lo que es tumbarse en la arena de Riazor una hora. Ni media. Rechazan tal vez por proximidad un arenal que siempre está a mano y que, mientras para algunos es el pan nuestro de cada día, a otros les da alergia. Es curiosa esa relación tan extrema con algo tan accesible, evitamos ciertos lugares por demasiado comunes, dando por hecho que van a estar ahí para nosotros en cualquier momento. Pero luego ese tiempo no se da. Por eso hay coruñeses que no se permiten la experiencia de ponerse el bañador o el bikini, coger la silla o la toalla y estar un ratito sentados frente al mar de Riazor. Y así van pasando los años sin que nunca se atrevan a dar el paso. Yo lo recomiendo, recomiendo cualquier playa de esta ciudad como un lujazo en otro verano inolvidable. De la misma manera que promovería que, como coruñeses, todos nos sumásemos a un tour turístico para subir a la Torre, ver el castillo de San Antón o pasear por el monte de San Pedro. Hay niños que han crecido en esta ciudad sin haber hecho nunca una excursión a la torre de Hércules, pero te cuentan que han ido dos veces a Nueva York, que cogieron la bicicleta en Central Park y que tienen mogollón de vídeos desde lo alto del Empire State. En cambio, no conocen los tesoros arqueológicos de nuestro fortín ni han visto las tiaras ni las diademas de las joyas de orfebrería que guarda nuestro castillo. A veces somos extraños en nuestra ciudad y nos pavoneamos como unos zopencos. Disfruten de agosto. Coruña es siempre el mejor plan.