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14 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Entre mesas se le ve en su salsa. Saluda a clientes, da indicaciones a los empleados, tira una caña o toma nota de una comanda. «Tengo el recuerdo de que de pequeño ya quería hacer hostelería. Estudié en Peñarredonda y con 11 años ya vendía en el patio los bocatas que hacían en la cocina. Un día, el director me vio contando billetes y... También iba al bar de Luis, que estaba enfrente del colegio, y echaba una mano. Siempre me gustó», reconoce Jorge Juan Otero González-Dans, que es su nombre completo. Ahora, es curioso, en vez de Jorge Otero mucha gente le llama Jorge Ponte o Ponte a secas porque desde el 2007 regenta el mítico bar de Juan Flórez.
«Cumplimos 75 años e iba a organizar una gran fiesta, pero llevo dos años con estos andamios (señala el andamiaje que se alza sobre nuestras cabezas) y es mejor esperar. El bar es de 1950, aunque no sé el día exacto, porque lo encontré en un recorte de La Voz en el que se anunciaba que las entradas para un partido del Deportivo se vendían en el club y aquí, porque Ponte había sido jugador. El local se hizo famoso porque servía calamares y yo los tuve que incorporar con el paso del tiempo», relata. Charlamos en la terraza de ese templo de la hostelería coruñesa mientras vamos saludando a la gente que pasa.
El primer bar
Jorge tiene 48 años y dos hijos de 11 y 9 años. «Jorge y Carmen son fotocopias mías», afirma. Poca edad más tenía él cuando se puso a trabajar detrás de una barra. «A los 13 años empecé a poner copas los fines de semana. En vez de salir, trabajaba y ganaba unas buenas pesetas. Como conocía a muchos chavales de mi quinta, tanto de mi colegio como de otros, donde estaba yo se llenaba», recuerda con cierta nostalgia. Pero antes de dedicarse al sector de manera profesional se matriculó en Derecho en Ourense y cursó Relaciones Laborales en A Coruña. «Después de unos años estudiando trabajé de comercial en Gadisa en Piadela, y en Autopistas, en los cierres laterales. Ahí estuve 4 años».
En su tiempo libre siempre echó una mano en hostelería, hasta que hace 20 años abrió su primer negocio propio, La Tribuna, en Emilia Pardo Bazán. Más tarde lo rebautizó como La Oveja Negra y por aquella época lo compaginó con Casa Ponte hasta que lo traspasó. Hace dos años abrió La Chula, con gran éxito, y dentro de poco se pondrá al frente de un tercer local, unos al lado de los otros. «He puesto vinos a media Coruña y copas a la otra mitad», sentencia.
Restaurante de mantel
La Comercial, que ocupará el bajo que durante los últimos años fue Casa Pilar, abrirá en enero. «Con la Navidad y la novedad la puedes liar. Prefiero esperar a que pasen las fiestas para empezar poco a poco», comenta el experto. Una parte estará destinada a bar o taberna castiza y la otra será un restaurante en el que los pescados y las carnes a la brasa serán protagonistas. «Siempre tuve ganas de un negocio de mantel. A mis amigos y a mí nos pasa que nos vamos haciendo mayores y nos van gustando otras cosas. Los bares van con la edad del dueño. En Casa Ponte, por ejemplo, subió el tique medio a medida que subía la edad de los clientes», analiza.
En pocos meses tendrá tres bares de distinto tipo y oferta en apenas unos metros. «Voy a necesitar unos 40 empleados en unos tiempos en los que casi nadie quiere trabajar de noche o los fines de semana. Pero también es cierto que estoy todo el día aquí, de un lado para otro, y los clientes te quieren ver. Es importante». Libra los domingos y aprovecha para estar con la familia. Dice que mientras trabaja no bebe, pero cuando puede disfruta probando vinos. «Me encanta. Y en cuestión de comida soy de platos tradicionales, como callos, cocido, pescados... No de grandes elaboraciones», confiesa Jorge Otero mientras estrecha la mano a otro amigo-cliente que pasa a nuestro lado.
