Las salas de conciertos que vieron nacer a Leiva o Bad Bunny: «Cuando estuvo Love of Lesbian, yo creo que éramos unas nueve personas»
A CORUÑA
Love of Lesbian, Sidonie o Ana Mena son hoy grandes nombres, pero hace no tanto actuaban en recintos como Pelícano, el Garufa o la Mardi Gras. Espacios más pequeños, donde los artistas inician su camino, pero que ahora les toca luchar contra gigante
19 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El buen tiempo que se ha prolongado hasta estos días de octubre no solo ha perjudicado a la moda —que da por perdida la campaña de otoño por las altas temperaturas—, sino también a los empresarios que organizan actividades de ocio bajo techo. Así que, una vez que, por fin —dirían muchos—, la lluvia y el frío toman el calendario, las salas vuelven. «Estos años está haciendo más calor, a la gente le cuesta más meterse en un local y las bandas tampoco quieren arriesgarse a programar. Pero desde ahora hasta mediados de diciembre casi siempre va muy bien», explica Iago de la Campa, propietario de La Disfrutona.
Si solo fuera la meteorología, sería llevadero. Pero estos espacios reciben otros envites, como lo anunciado por La Oreja de Van Gogh. No la vuelta de Amaia, sino que se van a pasar por el Coliseum el 11 de septiembre del 2026. Y peor todavía: las entradas salen a la venta el 30 de este mes de octubre. Un concierto que será solo uno más de las decenas que se irán anunciando en este último trimestre del año, con el objetivo de entrar en la campaña de regalos de Navidad. Entonces, ¿dónde quedan las salas en este suma y sigue de grandes citas?
Pues siguen en la trinchera de la música en directo, con el orgullo de saber que los artistas que luego asoman en el cartel de los festivales o llenan el Coliseum, antes pidieron sitio en sus programaciones.
Es el caso de Love of Lesbian, que en el 2023 llenó el recinto coruñés, pero nada que ver con lo que sucedió a comienzos de este siglo. «Me viene a la cabeza la noche que vino Love of Lesbian, yo creo que éramos unas nueve personas en el local», recuerda Pepe Doré, del Garufa.
A Iago de la Campa también se le vienen a la memoria otros nombres como «Mercedes Caña, que tocó dos veces en La Disfrutona y ahora está haciendo giras también por Sudamérica, o Alex Wall, por ejemplo, que vino también el año pasado y tocó este año también en el Recorda Fest». Y más nicho, pero figuras también importantes en su género, son la banda valenciana Gigatron o la gallega Aphonnic, que hicieron de las suyas en la Filomatic.
En el caso de la Mardi, Tomi Legido tiene presente muchos grupos, incluso de la época en la que él todavía no era su programador. Por ejemplo, Sidonie, que hicieron en el 2018 una gira de agradecimiento a las salas que los habían acogido por primera vez en diversos puntos de España. Y Mardi Gras fue la elegida, «aunque evidentemente se nos quedó pequeñísima y las entradas duraron unos minutos nada más», recuerda Tomi. Pero también hay que mencionar a Leiva, que en su último concierto en el muelle de Calvo Sotelo recordó la vez que había tocado en esta sala. Y nombres más locales, pero de peso, como Xoel López, que presentó su primer disco en solitario en la Mardi.
La Pelícano y la Inn
Gracias al mayor aforo —1.900 personas la primera y 500 la segunda—, las salas del Grupo Pelícano también han tenido en su backstage grandes figuras de la música nacional e internacional. El mejor ejemplo de esto es Bad Bunny, que para el próximo año tiene programados diez conciertos en el estadio Riyadh Air Metropolitano, el del Atleti. Sin embargo, en el 2017 se pasó por la ciudad herculina para tocar en Pelícano, eso sí, ya abarrotada. Unos mimbres que también apreció este medio: «No es la primera vez que viene, y no será la última», publicó el suplemento Fugas. Además, el cantante ya apuntaba maneras de diva. Como explica Luis Diz, gerente del grupo, no tienen fotografías de aquel concierto porque el artista no lo permitió, ni tampoco que se grabasen vídeos.
El despertar de Ana Mena fue todavía más exponencial. En febrero del 2023 también lo vendió todo en la discoteca, y en diciembre del 2024 hizo lo propio, pero esta vez en el Coliseum.
Y todavía más cercano es el éxito de Duki, que actuó ante 9.000 fieles en el mismo recinto. Antes, en el 2018, lo había hecho en la sala de Luis Diz, pero como muestra la entrevista que termina este reportaje, no guarda el mejor recuerdo. Lo cierto es que la fulgurante subida de los artistas citados sirve también para ejemplificar el bum que está teniendo la música en directo, no solo de público sino también en cuanto a los cachés.
El otoño es de las salas de conciertos
Los datos de ese auge son indiscutibles. La facturación por venta de entradas en España el pasado año fue de 725.609.673 euros, un récord histórico y un 25 % más que en el 2023, según los últimos datos de la Asociación de Promotores Musicales (APM). Lorenzo Barro aprovechó algo de esas buenas cifras, pero todo lo que sube baja. «Lo notamos después de la pandemia. Pero ahora ya se está calmando», afirma. Una sensación que también comparten desde el Garufa Club: «Hemos notado una detracción en el consumo, que se nota especialmente en septiembre. Supongo que derivado de que la situación económica, aunque aparentemente en las grandes cifras va muy bien, en las economías domésticas no debe ir tan bien, me imagino», dice Doré.
Un buen termómetro de esa situación se toma en el consumo en barra. «La gente está viniendo a las salas, incluso un poco más que antes, pero no consume. Y para las salas ese es el gran problema», explica Iago.
Lo mismo pasa en la Filomatic o en la Mardi Gras, pero han detectado que es el público de la música rock el que más bebe. «Los conciertos de rock es donde la gente se acerca a por su cerveza. Hay otros que son más tranquilos y notamos que el público considera que ya ha pagado una entrada y no consumen», explica Tomi Legido. Por su parte, Lorenzo Barro señala que los que más gasto hacen son los de «40 y tanto o 50 años».
Lo único positivo de esta realidad es el calendario. Otoño es la mejor época de las salas. «Entramos en velocidad de crucero», resume Tomi Legido.
Luis Diz, gerente del Grupo Pelícano: «Cuando vino Duki no saqué ni para pagar a los camareros»
En la sala Pelícano o la Inn tocaron Ana Mena, Gabri Ponte, Dani Fernández, Siloé, Viva Suecia o el propio Duki antes de llenar coliseos más grandes. Sin embargo, cada año les cuesta agendar más a artistas de nivel porque el auge de los espectáculos en vivo está disparando los cachés.
—¿Cómo están viviendo las salas el envite de los festivales de música o las grandes giras?
—Está muy bien la teoría de que hay que apostar por las salas y la música en directo. Pero después los honorarios se han vuelto locos. Las Administraciones están pagando auténticas locuras por cachés. Entonces, por mucho que los empresarios de sala queramos cerrar el grifo y ponernos duros, si al final viene la Administración y paga, pues nunca va a bajar esta inflación. Por eso a nosotros cada vez nos cuesta más hacer conciertos en salas. O son artistas emergentes o si no, es imposible. Imagínate un concierto en Pelícano que se te vaya 80 o 90.000 euros. Divide eso entre nuestro aforo, que son 1.900 personas. ¿A cuánto tengo que poner la entrada? ¿A 50 euros? Yo no puedo cambiar dinero, también hay que ganar. Y si te cobro una entrada a 70 o 80 euros, no la voy a vender.
—¿Piensa que puede bajar?
—Hace dos años pensé que iba a explotar la burbuja. Pero ahora no lo veo. Seguimos en la dinámica de pagar salvajadas.
—Y el gasto en barra está bajando cada vez más
—Sí, te compran la entrada y poco más. Los conciertos que son efectivos en barras son muy pocos, pero muy pocos. Y además depende también del target de edad. Los jóvenes consumen muy poco. Cuando hago música urbana, como cuando estuvo Duki que luego llenó un Coliseum, ese día no saqué ni para los camareros. Tuve también a UB40, que hizo Noroeste, la media edad era de 60 años y no se acercaron a las barras.
—¿Cuál es el mejor público objetivo para una sala?
—El que tiene de 30 a 40 años. Pero tienes que dar con el artista determinado y después que te entre dentro del caché que tú puedes pagar. Pero mientras se paguen esas cantidades... Hay artistas que los quieres contratar para invierno y te dice que no les interesa ir a Pelícano porque el Ayuntamiento les va a contratar un concierto gratuito. Entonces, si les pagan 150.000 euros, no van a venir por 40.000 euros aquí. Es una dinámica complicada.
—¿Qué habría que hacer para solucionar este problema?
—Hay que aterrizar todo un poco y bajar los cachés. Yo entiendo que los artistas quieran hacer dinero. Pero sería como si yo comenzara a poner las entradas a 50 euros. Hoy la música está en un nivel muy elitista.