Echa el cierre un año y medio después de abrir: «El trabajo en hostelería no se ve recompensado con los ingresos»

Y.G.

ABEGONDO

Elías, Alicia y María Teresa, propietarios de Xocolat, que está en traspado.
Elías, Alicia y María Teresa, propietarios de Xocolat, que está en traspado.

Xocolat, en O Castrillón (A Coruña), estará abierto lo que queda de mes en busca de un dueño que se haga cargo de él

16 feb 2024 . Actualizado a las 17:17 h.

El bar Xocolat (Abegondo, 2) comenzó como una nueva aventura entre un trío de venezolanos con suficiente experiencia para trabajar, pero con demasiada edad para hacerlo por cuenta ajena. Fue una aventura que termina este mes de febrero, un año y medio después. La más joven de los tres, María Teresa, de mediana edad, acaba de ser diagnosticada de fibromialgia y no puede seguir el ritmo de un local de hostelería. «El trabajo en hostelería no se ve recompensado con los ingresos», explica.

Ella es la más joven del trío. Le acompañan su hermano, de 72 años, y su cuñada, de 66 años. Inmigrantes venezolanos, se animaron a emprender algo juntos después de que María Teresa se quedara sin empleo. «Abrimos en junio del año 2022, queríamos aprender y como ya no somos tan jovencitos, era más difícil conseguir empleo», cuenta.

María Teresa llegó a España en el 2015 y desde entonces trata de homologar su título de enfermera. Mientras tanto, ha estado trabajando cuidando a personas mayores y a niños, pero con la pandemia se quedó sin trabajo. Fue entonces cuando apareció su hermano, Elías, y su cuñada, Alicia. Ambos llegaron a España de la mano de sus hijos, que fueron los primeros en entrar en el país, hace décadas.

Xocolat lo vieron como una forma de aprovechar la experiencia comercial que habían conseguido en Venezuela y, también, la gastronomía de su país. El local de O Castrillón pronto se convirtió en un lugar de referencia de compatriotas y vecinos de A Coruña, interesados en probar la auténtica cocina venezolana. María Teresa confiesa que los primeros meses fueron difíciles, pero que pronto se hicieron un hueco. «Después sí que nos fue realmente bien», afirma.

La persiana la bajan por problemas de salud, que empeoró por el gran esfuerzo que se debe hacer para mantener un negocio de hostelería. «Se trabajan muchas horas y los ingresos no son tantos, te vas desmotivando y desgastando», señala María. Además, la edad de sus socios tampoco ayuda.

Elías y Alicia ya miran al retiro, pero sin pensión. «La jubilación es imposible para nosotros. Yo he cotizado muy poco», relata Alicia. El futuro lo asumen con ahorros, con la ayuda de sus hijos y con la tranquilidad de estar fuera de Venezuela: «No se nos pasa por la cabeza volver», añade.

A María todavía le quedan unos años más antes del ansiado retiro, pero también acusa el problema de la cotización. «El tiempo que estuve trabajando al principio tampoco me lo validan. Al final de nuestras vidas, cuando queremos sumar, es más lo que resta que lo que suma, pero seguiremos ahí trabajando», dice. Su futuro pasa por conseguir homologar el título y volver a trabajar en cocina cuando esté un poco más recuperada. No obstante, su sueño sería trabajar en la restauración de muebles o pintando.