Antonio Ares: «Por las mañanas soy empresario y por las tardes masajista»

ARTEIXO

ANGEL MANSO

22 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Llega hecho un pincel. «Casi nunca me pongo el traje, pero vengo de una reunión. Lo mío es el pijama blanco», comenta con media sonrisa. Está al frente de las clínicas O Burgo, Coruña, Arteixo y Carballo en las que trabajan 50 personas de manera directa. Tiene dos socios. Además lleva 26 años con el centro de masajes Ares en O Burgo, donde este fin de semana comenzaron las fiestas. «Nací en Frades, pero a los 4 años nos vinimos para esta zona. Soy de los del Burgo antiguo, donde nos conocíamos todos», recuerda José Antonio Ares Sánchez. Estudió en Vilaboa y Monte Alto, pero más que los libros lo que le apasionaba era el fútbol. «No fui buen estudiante. Jugué en el Once Caballeros. Era un central lateral. Me llamaban Toninho Cerezo», confiesa con una sonrisa más grande que la anterior. Tiene 50 años, está separado, y es padre de dos hijas de 19 y 11 años. Dice que trabaja de 8 de la mañana a 9 de la noche. «Mi vicio es el trabajo. No me puedo quejar de cómo van las cosas. Tengo que esforzarme por los empresarios que confiaron en mí, por mi familia, por los clientes y por mis hijas», asegura mientras bebe un poco de agua. «Me cuido, pero me gusta la cerveza, el vino y el gin tonic, aunque no suelo tomarlo».

Manos mágicas

Los músculos de Mauro Silva, Donato, Bebeto o Fran, entre otros muchos jugadores-leyenda que todos los deportivistas recuerdan, pasaron por las manos de Antonio. «Aprendí el oficio en la clínica Tilve. Un buen día me llamaron del Fabril porque necesitaban un masajista y empecé a trabajar con ellos. Después me reclamaron desde el Deportivo para sustituir al Gitano, que era un personaje. Yo seguía las indicaciones que me daba el doctor Cobián y estuve hasta el año del título de Liga, en el 2000», rememora. Dice que, cuando empezó en esta profesión, «no había casi nada. Iba de campo en campo por la comarca dando masajes». Ahora, además de las clínicas antes mencionadas, acaba de abrir en Novo Mesoiro un espacio dedicado al entrenamiento personal, pilates y yoga que se llama Movemento e saúde. «La clave del masaje es que le guste a la persona que lo recibe. Lo que no se debe hacer es soltar las manos del paciente ni hacerle daño», explica. «A mí me los dan los de mi equipo, que muchos de ellas llevan más de 15 años conmigo», apunta.

Enganchado al móvil

Coloca el móvil con la pantalla mirando hacia la mesa. Cuando vibra le da la vuelta para ver quién llama. Decide no coger y seguir con la charla. «Estoy enganchado al móvil las 24 horas. Incluso si estoy de vacaciones y no me suena me preocupo. Casi todas las llamadas que recibo son para dar cuenta de problemas y hay que solucionarlos lo antes posible», destaca. A pesar de todo se le ve un hombre tranquilo. «Es verdad, pero sufro por dentro. También creo que soy una persona responsable, trabajadora y amiga de mis amigos. No soporto las mentiras y confieso que soy bastante cabezota», se describe. Este verano apenas va a poder descansar. «Me escaparía a algún lado, pero no me puedo escapar», dice Antonio, siempre metido en diferentes proyectos. Cuando puede va al gimnasio del CSC, a andar en bici y a jugar al fútbol en su playa favorita, la de Bastiagueiro. También disfruta con una partida de tute. «No me gusta arrastrar contra el tres», asegura. Lleva más de media vida dando masajes. «Nosotros no utilizamos ningún aparato», apunta como diferencia con los fisioterapeutas. Dedica la mitad del tiempo a las clínicas, en donde ofrecen todo tipo de servicios, desde traumatología a medicina general pasando por ginecología o análisis clínicos. «Por las mañanas soy empresario y por las tardes masajista», destaca.