Vilamourel, un enclave que guarda tesoros por descubrir

CRISTÓBAL RAMÍREZ

BETANZOS

Iglesia parroquial de Vilamourel, en Paderne
Iglesia parroquial de Vilamourel, en Paderne CRISTÓBAL RAMÍREZ

En la visita a la parroquia de Paderne es parada obligada la iglesia, el Lagar de Vila y el Muíño de Lama da Ribeira

02 ago 2020 . Actualizado a las 11:03 h.

No era solo el golfo Ártabro, era toda España la que estaba en ebullición en 1983 después de la reciente victoria del PSOE, que iba a modernizar el país. En el extranjero, los ataques de Estados Unidos contra la revolución sandinista en Nicaragua polarizaban los sentimientos de medio mundo. Y en Betanzos, un activo militante sindical organizó dos conferencias sobre el país centroamericano que iba a dar, y dio, un periodista gallego recién llegado de las trincheras. Una, en la antigua capital de una de las siete provincias gallegas. Y la otra, en las fiestas parroquiales de Vilamourel.

Allá a Paderne se fue el periodista y quedó atónito tras comprobar que la conferencia era dentro de la iglesia románica, con mujeres entradas en años y luto riguroso ocupando las primeras filas. Media parroquia abarrotaba el templo. Y allí se habló de imperialismo, de agresión y de campesinos pobres, como entonces abundaban en Paderne.

Valga la larga anécdota como disculpa, tan válida como cualquier otra, para visitar Vilamourel. O sea, para arrancar de Betanzos, ascender casi tres kilómetros entre viviendas sin el mínimo encanto, continuar unos minutos más y desviarse a la diestra, camino bien señalizado. Pistas hay por todas partes, y la pérdida no es irreparable en ningún caso en los tiempos de los GPS, pero los románticos del papel harán bien en proveerse del mapa 46-I del Instituto Geográfico Nacional, escala 1:25000, que se puede comprar en Internet.

La iglesia es una de esas pequeñas maravillas rurales, quizás del siglo XIII o XIV, con muchos elementos de ese románico que llegó a Galicia siguiendo la gran autopista de la cultura que era por aquel entonces el Camino de Santiago. Dan muestra de ello los canecillos o canzorros, ese conjunto de pequeños salientes que sostienen en voladizo el tejado.

Llama la atención otra cosa, es posible que común a todos los templos de ese municipio y, seguro, que a buen número de ellos: están muy bien cuidados, y todo el entorno recibe mimos en forma de segadora de césped que deja aquello que parece un jardín.

Dos lugares más

Hay dos elementos arquitectónicos más que completan la visita. Uno de ellos es el muy cercano Lagar de Vila, rehabilitado por completo, pero cerrado, en el medio del núcleo de casas de Vilamourel. Y el segundo es el muíño de Lama da Ribeira. Este es un buen punto final a una excursión pintada de verde por los magníficos prados del municipio, con toda la ribera del Mandeo como telón de fondo y su punto más elevado, A Espenuca, como referencia.

Así que desde la iglesia se coge a la izquierda, se desciende por una miríada de eucaliptos hasta alcanzar un bosquete de ribera y, ahí, pegado al regato Mainzoso - de maínzo, palabra que en el golfo Ártabro prácticamente sustituyó a millo-, está el pequeño y entrañable molino.

El paraje es maravilloso y, además, seguro. Pueden corretear a gusto los más pequeños de la familia. Eso sí, no hay que perderlos de vista porque el chapuzón siempre es posible.

LA AVENTURA

n Explorar las riberas del regato Mainzoso.

LA FOTO MÁS PERSONAL

n Ante la entrada a la iglesia de Vilamourel.

EL DESAFÍO

n Identificar, al otro lado del río Mandeo, A Espenuca, el monte más alto.

EL PASADO

n El regato Mainzoso era uno de los puntos de encuentro de los habitantes de la zona en la prehistoria.