Los va nombrando uno a uno. Como hace un aficionado al fútbol con la alineación de su equipo. «Empecé en enero de 1987 con Tuco Cerviño. Después Eleuterio Cigarrán, el único que falleció, Josep Santacreu, Jesús Caramés, Luis Vicente Sánchez, José García Buitrón, Alfredo García, Francisco Vilanova y Luis Verde. Fui secretaria de nueve gerentes y mantengo relación con todos. Josep me llamó hace unos días, Vilanova me mandó un wasap... Los aprecio. Fue una maravilla trabajar con cada uno de ellos. Lo más difícil son los principios de cada etapa porque te tienes que adaptar a personalidades diferentes y tienes vicios adquiridos», relata Tita, secretaria de Gerencia del Chuac durante los últimos 35 años. Se llama Matilde Díaz Vázquez, pero es Tita para todos. Una vez llegó un paquete al hospital con ese nombre y el celador acabó preguntándole a ella si conocía a la tal Matilda. El próximo 28 de junio es su último día de trabajo. Se jubila. A pesar de que el complejo hospitalario es muy grande, esta mujer deja un hueco difícil de llenar. Es una institución. «Ponlo como quieras, pero por favor escribe en algún sitio que estoy muy agradecida a todo el personal de todos los departamentos. A la gente de limpieza, al gabinete de comunicación, a los sindicatos, a las compañeras de las consellerías, de los hospitales privados, al personal de las instituciones...».
Muy de Betanzos
Charlamos en el Playa Club. Lleva una libreta en la que apuntó detalles de los que no quiere olvidarse. «No voy a escribir un libro porque no tengo memoria. Pero me acuerdo del primer trasplante, de la visita del doctor Barnard, o del famoso efecto 2000. Pasamos la noche en el hospital por si colapsaban los ordenadores», rememora. Dice que es tan betanceira que «nací el 17 de agosto, entre el Globo y Os Caneiros. No vivo allí desde hace años, pero soy muy de Betanzos, donde conocí a mi marido siendo adolescente. Estudié en el Francisco Aguiar. Dicen que hago la tortilla muy bien, pero confieso que le echo cebolla y no la dejo muy suelta». Habrá que perdonárselo. Dice que, cuando era pequeña, «tenía claro que no iba a ser secretaria. Y al final es a lo que me dediqué, y muy feliz. Estudié Filología Francesa y quería dedicarme a la enseñanza. Pero cuando salieron las oposiciones del Insalud me presenté. Aprobé y estaba embarazada (tiene un solo hijo). Empecé en 1981 en Ferrol, donde estuve un año. Después salió la plaza de secretaria de Anatomía Patológica en el Chuac y cuatro años después la de la gerencia. Vi que cumplía los requisitos y me animé. Empecé con papel de calca y aquellas tres copias. Y todo con máquina de escribir», recuerda. Ahora que se termina su vida laboral reconoce que le «da vértigo la jubilación. Perder el contacto con la gente es lo que peor voy a llevar. Lo que más me apetece es disponer de mi tiempo. Dedicarme a leer, pintar, la costura, la jardinería y viajar con mi marido, que es médico jubilado», apunta. «Mando más en casa que en el hospital», añade sonriente.
Trabajar con alegría
Reconoce que su principales virtudes son la constancia y la alegría y como defectos indica el desorden y la susceptibilidad. Es de esas personas que contagia energía positiva. «Siempre he sido responsable con mi trabajo. Soy discreta y muy cariñosa y sociable. Pero cuando hay que ponerse seria lo hago. Si me pisan el amor propio salto a la mínima. Claro, he tenido algún momento desagradable, pero el balance es muy bueno», afirma. Siente el hospital como parte de su familia. «Espero que los de ahora lo sigan viendo así. No tengo nada malo que decir del Chuac, ni cuando estuve ingresada dos veces. Ni como enferma tengo queja.», comenta la secretaria que trabajó con nueve gerentes diferentes durante los últimos 35 años y que cierra una etapa cargada de felicidad y cariño.