Reivindicación de la hamburguesa clásica

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

Fachada de la antigua hamburguesería Feypo en la avenida de Arteixo
Fachada de la antigua hamburguesería Feypo en la avenida de Arteixo EDUARDO PEREZ

27 ene 2017 . Actualizado a las 12:00 h.

Hubo un tiempo en el que en A Coruña las hamburguesas se tomaban solas, con queso o completas. En algunos sitios existía la opción del beicon. Nada más. Eran esos locales que en el letrero ponían el término frankfurt. Además de la plancha correspondiente, tenían la máquina de los perritos con las salchichas cocidas en recipientes circulares de cristal y los pinchos para clavar los panecillos. Quedan pocos. En la zona de la calle Barcelona aún se ven. Y, luego, existen los clásicos de siempre como Feypo (ahora reconvertida), Jumbo H-1 (al lado de los juzgados) o la Hamburguesería La Torre, respaldadas por una fiel clientela que las han hecho trascender en el tiempo.

Fachada de la antigua hamburguesería Feypo en la avenida de Arteixo
Fachada de la antigua hamburguesería Feypo en la avenida de Arteixo EDUARDO PEREZ

En medio de la hostelería hispsterizada que reina actualmente aparecen como resquicios de otro tiempo. Pero en su día, a finales de los setenta y principios de los ochenta, fueron el sumun de la modernidad. No había cajas de cartón, panes con sésamo ni, por supuesto, carne de buey o cordero. Todo funcionaba a golpe de servilleta con borde rojo o azul, papel de aluminio y aquellos míticos botes-barrilete Uncle William. ¿Sentarse? ¿Para qué? Los bocados de carne amortiguada con lechuga y tomate entraban de pie a las mil maravillas.

Andaba por ahí también el Gasthof, por supuesto. Y, luego, el Sousantos, iconos de la comida rápida a la coruñesa donde reinaba la hamburguesa. Entonces, Mcdonald’s o Burger King era una mera ilusión televisiva. Tuvimos el McBurger, frente al Colón. Camareras con visera naranja, patatas que se comían con la mano y bandejas de plástico. ¡Uau! Meterse ahí era sentirse Marty McFly calzando unas zapatillas Nike y llevando un chaleco-plumífero rojo. Vale. Pero, al final, tarde o temprano se regresaba al mordisco de barrio, seguro y sin estridencias. «¿La completa, con salsa?», preguntaba Julio, el dueño de Jumbo H-1 tras la barra. Sí, en los Mallos no decíamos kétchup. Que se confundía con el queso.

Vendría luego, claro, Mcdonald’s con sus hamburguesas de varios pisos y su pepinillo. Primero en Continente. Más tarde en la calle Real y Los Rosales, recientemente clausurado. Ahora, en versión McAuto. También el Burger King en Riego de Agua. A finales de la década pasada, irrumpió el tema gourmet en Monte Alto. En el Carnivale, todo un local de culto, ya las llamaban así. En el Barlovento, también. Ahora todo local moderno que se precie tiene sus hamburguesas angus, opciones veganas y las variantes con productos (y nombres) gallegos. Desde la Rianxeira de La Pepita a la Jalisia del Tío Xan. Ñam, ñam, ñam.

Pero siempre da gusto volver al origen. Comer una de aquellas hamburguesas, deliciosas y sin pretensiones. Mordiscos que un día fueron rompedores y hoy saben a clásico. Todo el mundo tiene una en mente. Y sabe que allí se vuelve más pronto que tarde.