Montó su «showroom» en un primer piso, una tendencia de moda en Nueva York
26 nov 2019 . Actualizado a las 09:41 h.Se considera dispersa, alegre, positiva y apasionada. «Me implico un montón. También soy muy cabezota. Tengo pocos amigos, pero buenos», asegura. Confiesa que abandonó bastantes grupos de guasap. «He sacado de mi vida la crítica y el juicio. Yo no critico ni juzgo a otras mujeres. Que si le das el pecho al niño o no, que si la forma de vestir... Estar pendiente de la vida de los demás es perder el tiempo, un tiempo valiosísimo. Solo me quedo con lo que me hace crecer», reflexiona la emprendedora Paula Núñez Formoso. Tiene 42 años y tres hijas de 19, 3 y 1 año, Sara, Carlota y Paulita. La mayor fue su inspiración para crear una de sus marcas de moda Love it Sara. «Son sudaderas y prendas de algodón para adolescentes. Las fabrico en Portugal, pero no la voy a mantener porque no encargo grandes producciones y se retrasan mucho en entregar la mercancía. Además, la marca nació por Sara, y ahora mi hija ya es una mujer», destaca Pau o Belasabela, como también la conocen.
En un primer piso
«Primer piso, a mano izquierda, al fondo del pasillo», me indica por guasap. Hace unas semanas inauguró un showroom de moda en un edificio único, la Casa Viturro de la calle Compostela. Está justo al lado del local que ocupa el atelier de Javier Quintela. En este espacio vende prendas de su propia marca Belasabela. «Mi hija, cuando era pequeña, le llamaba a su abuela Isabel bela Sabela, de ahí el nombre. Es ropa para mujer, desde 17 años en adelante. También distribuyo a otras tiendas, pero soy fabricante», explica en el café Veracruz de la calle Picavia. Mientras charlamos sus responsables colocan la decoración navideña. Paula me sigue contando. «Fabrico en Arteixo y el algodón en Portugal. También me hacen cosas en un taller de Aranjuez y el punto lo compro en Italia y algo también en Barcelona. Yo no soy diseñadora, soy emprendedora», resume. Dice que la moda en Nueva York es que las tiendas se sitúen en los primeros pisos, así que confía en que la tendencia llegue aquí.
Cuestión de colores
Recuerda sus inicios. «El primer showroom lo monté con una amiga en mi casa. Vendíamos prendas de distintas marcas y fue un éxito». Dice que está ultimando la página web y le da mucha importancia a las redes sociales. «El 90 por ciento de las ventas es de gente que antes vio la foto en Instagram, por ejemplo. Antes no me gustaba salir yo, pero hay que perder la vergüenza», reconoce. «A veces mis amigas me critican, pero no tengo haters», apunta. Dice que sus colores para vestir son el negro, rosa, cámel y gris. «De ahí no salgo. De rojo solo llevo las uñas. No soy divertida en la moda. Soy sencilla como mi ropa. Mi prenda fetiche es el vestido. No me pondría una minifalda, pero piensa que hace un año que di a luz...», comenta muy sonriente.
Centolla y pizza
En el móvil me enseña su lista de Spotify. «Ya ves, me gustan cosas desde Teresa Rabal a Ed Sheeran, Sofía Ellar, Pablo Alborán o el jazz de mujer». Dice que siempre ve el lado positivo de las cosas. «Hice unas sudaderas que ponía No more dramas y vendí todas», asegura. No ve la tele, corre seis kilómetros cada dos días. Sus platos favoritas son la centolla y la pizza. «No hago locuras. Me gusta estar con la familia y viajar. Adoro Portugal, por ejemplo. Tengo alma lusa», comenta. Asegura que su tienda no es cara. «Tengo cosas desde 6 euros hasta 125. La media es de unos 40 euros. Es la ventaja de ser fabricante». Decía al principio que era dispersa y es verdad. Salta de un tema a otro, de una marca de ropa a otra diferente. «Soy de cambiar. No soy de estar siempre en el mismo sitio. En ropa tampoco, aunque ahora mismo visto de mi marca. No soy fiel a nada excepto a mi marido», puntualiza.