Cuando el premio es un patuco

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

HISTORIAS DE HOSPITAL

La Asociación de Prematuros distingue a un médico de Neonatología del Chuac

26 nov 2019 . Actualizado a las 08:11 h.

Morado, como corresponde al color que cada año pinta monumentos para celebrar a los que llegan al mundo antes de tiempo, y mínimo como son quienes tienen prisas por pisar la vida. Así es el premio, de pequeño tamaño pero gran simbolismo, con el que la Asociación Galega de Prematuros (Agaprem) ha querido distinguir el trabajo del pediatra Alejandro Ávila Álvarez, y con él el de toda la unidad de Neonatología del Hospital Teresa Herrera (Chuac). Para él fue el Patuco de Honor, que así se llama el galardón que recibió el viernes con un plus de emotividad, ya que fue una de las niñas que fueron capaces de sacar adelante la que le entregó el precioso premio.

«Se me acercó Martina con una cajita en la mano y me dijo toma, esto es para ti», cuenta Ávila, quien confiesa sentir como «un honor» que las familias reconozcan «a todo un equipo, porque estos premios -añade- nunca son a una persona, son al trabajo de todo un equipo, de todo el hospital e incluso es extensivo a la sanidad pública». Alude además el especialista a la ilusionada satisfacción que le produce «si pienso en quienes lo recibieron antes, personas que yo admiro mucho, como Loli Eiriz o Alba Sánchez», cita en referencia a la supervisora de neonatos y a la responsable del programa de lactancia de Pediatría, con las que trabaja codo con codo en el materno.

Sensibilidad

En Agaprem decidieron el premio en reconocimiento a la labor a favor de los pequeños entre los pequeños, y también de sus familias para «sensibilizar y dar visibilidad a la prematuridad». Ponen así el acento en las iniciativas impulsadas ya no recientemente -el pasado viernes Ávila y Eiriz presentaron el libro-glosario con las cien palabras que los padres quieren entender-, sino a lo largo de los últimos años. 

Entre ellas, el colectivo recuerda acciones como el vídeo Pequeños héroes o la exposición fotográfica con miembros de las fuerzas de seguridad arropando a los recién nacidos como dos de las que, con el impulso de la unidad de la que forma parte Ávila, lograron dar proyección pública a todo lo que rodea dar a luz un niño cuando todavía debería permanecer semanas dentro del vientre materno preparándose para llegar al mundo.

Entienden las familias que reflejan el «entusiasmo y la pasión», además de la sensibilidad demostrada hacia las familias a las que un parto antes de tiempo pone el alma en vilo durante meses. En esa situación agradecen encontrarse con personas como el pediatra que «nos entiende muy bien, nos escucha y piensa en nuestras necesidades», resumen.

«Nació a las 25 semanas, estuvo 91 días ingresada... y está perfecta»

Ana Fernández llevaba «un embarazo normal y corriente», define ella misma, pero de repente algo no iba bien. Estaba de 25 semanas «y aguanté dos días en alto riesgo, rompí aguas y ya no se pudo parar», resume sobre la sorpresiva llegada de Martina, la pequeña que entregó el Patuco de Honor. «Álex [Ávila] nos dijo que intentarían que saliera adelante, pero estaba en el límite de la viabilidad», recuerda de las horas previas al 10 de enero del 2015, cuando nació con 830 gramos. A la semana tuvieron que operarla del corazón, estuvo 20 días intubada y a los dos meses «nos asustamos porque le descubrieron una retinopatía, pensamos que volveríamos atrás». Estuvo 91 días ingresada.

Ahora, con cuatro años, «está perfecta, no tiene ninguna secuela», explica Ana, que valora la profesionalidad y el talante del equipo del materno: «Aún teniendo una experiencia tan mala... terminas siendo una familia», resume. La suya, desde entonces, también ha aumentado con la llegada hace año y medio de Julia. «Dentro de lo horrible de la situación, te ayudan a llevarlo; nosotros, desde la uci, teníamos claro que volveríamos a repetir», asegura. Al contrario que su hermana mayor, la pequeña Julia esperó a la semana 40 para nacer.