La aldea de A Coruña donde cada día llega el apagón: «Cocinar por la noche es casi imposible»
IRIXOA
Enclaves de Irixoa repoblados por jóvenes sufren caídas de tensión derivadas de la actual demanda energética. Algunos vecinos ni pueden preparar la cena
11 oct 2025 . Actualizado a las 13:03 h.Son millennials y se mudaron a una aldea espoleados por la tranquilidad y el encanto de la vida rural. Al llegar a O Campelo una soleadísima mañana de martes, se entiende perfectamente la decisión de Jonathan, Iris, Carlos y Eva. La postal es idílica, pero el apagón está a punto de llegar.
Los residentes más jóvenes de este enclave, que no alcanza el centenar de habitantes, se han convertido, sin saberlo, en sus peores enemigos. Dependientes de la electricidad y la tecnología, sufren las consecuencias de unas bajadas de tensión provocadas por la vida del siglo XXI. Usan la lavadora, cocinan con vitrocerámica y calientan la leche en el microondas. No piensan pedir perdón. Más bien al contrario. De hecho, reclaman poder llevar a cabo sus rutinas sin tener que dejarlo todo en stand by, a veces, durante dos horas.
Los cuatro vecinos que han compartido su situación con La Voz vuelven a menudo al 28 de abril. Aquel día, España sufrió un corte masivo de electricidad que puso al país en jaque. A menor escala, en O Campelo esto ocurre a diario. Apenas hay hora del almuerzo o de la cena en la que no tengan un contratiempo con la tensión. Se quedan sin suministro eléctrico, sobre todo, en diferentes momentos del día el fin de semana, en verano y en épocas clave como Navidad debido a una demanda energética superior a la que puede ofrecer el servicio actual. «Aquí un 24 de diciembre no puede hacer la cena ni Dios», comenta entre la risa y la resignación Carlos, que inició la batalla para ponerle solución a este problema.
«Es cierto que siempre ha pasado. Lo dicen los vecinos mayores que llevan toda la vida viviendo aquí, aunque se agudizó desde el 2002, tras la pandemia. Justo tengo una hija de tres años y no es viable que esta situación se dilate. A mí me da igual tener que cenar a las once de la noche, pero con la niña hay que tener unos horarios». Además, como apunta Eva, su pareja, también es habitual que se queden sin agua caliente en la hora del baño de la pequeña o cuando le tiene que preparar el desayuno. «La inducción es fácil que nos deje de funcionar un par de horas casi a diario. Además, se para el lavavajillas y la lavadora, y no podemos utilizar el microondas». Respecto a la luz, en su casa han optado por pasarse a las bombillas led porque «fluctúan menos», comenta Carlos, que se ha convertido por necesidad en un electricista amateur. «En mi caso, tengo el hándicap añadido de que trabajo haciendo música electrónica, y muchas veces los equipos dejan de funcionar o, directamente, se estropean», añade.
Jonathan e Iris, cántabro y ferrolana respectivamente, eligieron esta aldea de Irixoa para vivir un presente y un futuro en paz justo después de la pandemia. «Trabajamos desde casa y nos pareció buena idea, el sitio es increíble y no sabíamos nada de esto. Nos comentaron que cuando había mucha tormenta eléctrica sí había bajadas de tensión, pero nada más», explica Iris, y añade: «Se habla mucho de la España vaciada, que nadie quiere repoblar el rural, pero a los jóvenes que lo hacemos se nos tiene que garantizar una infraestructura que nos garantice un suministro eléctrico decente».
Batalla entre generaciones por un problema que «les da igual» a los más mayores
Han pasado cinco años desde que Carlos denunció por primera vez a UFD, la distribuidora de electricidad de Naturgy. Entonces buscó el respaldo de sus vecinos, pero solo pudo contar con el apoyo de un par de ellos porque «la mayoría es gente mayor a la que le da igual esto. Me han llegado a decir que, total, no tienen ni teléfono y cuando llegaron a la aldea no había ni luz».
A raíz del confinamiento a esta población se le sumaron muchos jóvenes sintieron la necesidad de encontrar un refugio en plena naturaleza. Así, aldeas como O Campelo «empezaron a llenarse de madrileños y coruñeses que compraron una casa para pasar fines de semana y vacaciones», comenta Eva, pareja de Carlos. La demanda energética aumentó y el suministro eléctrico se quedó todavía más escaso, provocando constantes estropicios. «Los que sufrimos de verdad esto somos los residentes jóvenes, porque a las familias que vienen un par de días hasta les hace gracia tener que cocinar en la lareira, lo viven como una experiencia», añade Eva, pareja de Carlos.
Doce firmantes acaban de juntarse para poner una reclamación en la Consellería de Industria pidiendo soluciones, tras años solicitándole a Naturgy un amplificador de alta tensión. La Voz contactó con esta compañía, y fuentes internas indicaron que «ya están previstos unos trabajos en la zona para mejorar el suministro eléctrico a estos vecinos. El proyecto consiste en la ampliación de un centro de transformación y en la instalación de uno nuevo, que garantizará la calidad del servicio y permitirá mitigar los problemas de bajadas de tensión. El plan está pendiente de las autorizaciones y permisos para poder ejecutar la obra».