
Es del todo irreal. No es factible. En un deseo solo soñado. Un «moro» no es un «judío». Acudan al arzobispo de Oviedo para que les aclare la diferencia. O a «Heil 7291». O a su padrino, al que un ángel del Señor le envío la imagen de Sadam Husein con un misil nuclear intercontinental y, como buen devoto, se lo creyó, como cree en la virginidad de María: la fe mueve montañas, se dice, aunque Mahoma no lo consiguió y la Biología tampoco, y eso que es la tercera de las ciencias más potentes, tras la Física y la Química (las Matemáticas, por muy puras que sean, no son una ciencia, son un instrumento a su servicio, como la Filosofía). Pensar que sin que «penetre» un espermatozoide en un óvulo pueda generar un embrión, es realmente muy «humano». Por eso las vacas son muchísimo más tontas que nosotros y exageradamente más que los prelados que se reunieron en concilio en Constantinopla, en el 553, y certificaron «ginecológicamente», alumbrados desde las alturas, que el himen de la madre del Salvador no había sido rasgado. Hacía tiempo que corría un runrún acerca de este milagro, que ni Dios sabe a quién coño se le ocurrió.
A propósito de la ciencia, en el último concilio del Ayuntamiento de Madrid, otros prelados, también alumbrados desde las alturas, establecieron «científicamente» que las abortistas sufren un síndrome que encierra las plagas que sacudieron a los antisemitas egipcios. Son unos genios, porque ni el más espabilado de los expertos se había percatado hasta ahora de ese pétreo axioma. Y, por cierto, el adjetivo «antisemita», que señala solo a los judíos, está mal empleado, precisamente porque semitas son también esos bárbaros gazatíes de Oriente Próximo que quieren arruinar a Occidente y que Israel nos hace el enorme favor de frenar antes de que arriben a las costas de los hombres civilizados, como inequívoca y científicamente subrayaron los catedráticos de la ciencia divina, esos tales Ayuso y Aznar, que Alá los guarde.
Entonces, como los gazatíes y otros pueblos arábigos, y etíopes (o sea, negros, negros), son tan semitas como los descendientes de Abraham, que no era judío, sino sumerio, lo más correcto es calificar a los enemigos del «pueblo elegido» de antisionistas. Y anótese la singularidad: el padre fundador de todo este tinglado (de judíos y de árabes), Abraham, era uno de los hijos de Taré, sumo sacerdote de Nannar, dios de la ciudad caldea de Ur, nada que ver con Yahvé, pese a lo cual los escribanos del Antiguo Testamento lo absorbió y lo proclamó iniciador de las tres religiones de libro, una especie de «Big Bang» cósmico.
Otra singularidad: la bisabuela del rey David y tatarabuela del Salomón súper sabio e íntegro que no se dejó arrastrar por la belleza y lascivia de la reina de Saba (quizá de nombre Bilqis y procedente del extremo occidental de la península Arábiga, que hoy conocemos como Yemen) …: decíamos, esa antepasada de los dos reyes prodigio, Rut, no era judía. Así que la milonga esa de la «raza incontaminada» de arios, judíos, eslavos, españoles, catalanes o vascos, echémosla al baúl de los recuerdos, y no lo abramos, que Pandora abrió su caja (vasija) y ya se sabemos las consecuencias que tuvo para los mortales (¿serán inmortales los fascistas?).
A lo a lo que íbamos. Cómo comparar a un moro con un judío. El uno es un inferior, vaya, más parecido a un cuadrúpedo que a un bípedo, y el segundo ha completado la bipedestación con matrícula de honor. Es decir, que cuando finalice la «Gran Matanza» de los moros palestinos, ¿cómo el mundo civilizado va a montar un macro juicio, a la manera del de Núremberg, contra nuestros héroes salvadores, los sionistas de Netanyahu, que, de producirse el milagro de un nuevo Núremberg, antes de ser atrapado, se tragaría una píldora envenenada y, por si fallaba, imitando a Hitler, se pegaría un tiro en la sien? Y en ese imposible juicio justiciero, la triple A nacionalcatólica, Ayuso, Aznar y Abascal, bien podrían ser juzgados por colaboracionistas «intelectuales»de la masacre de Gaza (la Conferencia Episcopal Española acaba de utilizar ese término: «masacre», aunque que el triplete siga orando en los templos sin darse por aludido) y, a lo francés, ser rapados. ¿Se pueden imaginar a los tres calvos, y el Santiago, además, sin barba? Sería una manera inmejorable de ver su desnudez moral.
Y mientras ellos se mofan de la flotilla con particular crueldad (es una de sus inherentes características), es el pueblo europeo decente el que está saliendo a la calle para gritar contra la desvergüenza, el crimen en masa y el derrumbe de la Ética por parte de estos y otros formidables pone huevos, que ya se dice que, como en la Alemania de la década prodigiosa de los años 30 «Heil Hitler» desde que «Heil 7291» tiene hechizados a los madrileños, las gallinas de esta comunidad-país ponen más huevos que nunca, lo que enlaza con aquello de los panes y los peces. O sea, que sí es verdad que la fe mueve montañas y si, además, se es un fantoche, mueve continentes: el totalitarismo es telúrico.
(1. Andre Dubus, «Vuelos separados»: «Hay corazones envueltos en cáncer». 2. Sara Barquinero, «Los Escorpiones»: «La estupidez es lo que más nos pone». 3. Marqués de Sade, «Justine»: «De conformidad con la maldad natural de los hombres, el primer impulso, si se dignan a analizarlo con cuidado, siempre es una especie de satisfacción ante la desgracia y el infortunio de los demás». 4. Ortega y Gasset, «Sobre los fascismos»: «El fascismo y sus similares administran certeramente una fuerza negativa, una fuerza que no es suya: la debilidad de los demás»).