Exmarido de Catherine Deneuve y amigo de Mick Jagger: quién es David Bailey, el fotógrafo de la exposición de verano de la Fundación MOP en A Coruña

VIVIR A CORUÑA

La muestra rinde homenaje a una figura clave de la contracultura londinense de los años 60. Estará abierta al público en el muelle de Batería entre el 28 de junio y el 14 de septiembre

24 abr 2025 . Actualizado a las 17:47 h.

«Era como los Beatles, pero accesible». Así definió Grace Coddington, mano derecha de Anna Wintour en el Vogue estadounidense, la figura de David Bailey en los años sesenta. Esta descripción a brocha gorda da en el clavo en una cuestión que siempre acompañará al fotógrafo protagonista de la nueva exposición de la Fundación Marta Ortega Pérez (MOP): su influencia en cultura pop británica durante la segunda mitad del siglo XX. El artista, cuya obra podrá verse en el muelle de Batería de A Coruña entre el 28 de junio y el 14 de septiembre, representó, o más bien aupó, el significado del Swinging London, el movimiento que puso a la capital británica en el foco del ocio y las tendencias tras unos unos años de posguerra teñidos de gris.

Su propio ascenso social fue un ejemplo de cómo el Reino Unido buscó la luz en la oscuridad. Sus orígenes humildes y una dislexia a la que desde luego no se le otorgaba la atención y el respeto actual, hicieron que Bailey tuviera serias dificultades para progresar académicamente en Essex, un condado situado al este de Londres donde pasó buena parte de su infancia desde que llegó al mundo en 1938. Autodidacta, fue adquiriendo conocimientos en fotografía hasta que, como el resto de los fotógrafos que ha traído la Fundación MOP a la urbe herculina —Steven Meisel, Peter Lindbergh, Helmut Newton, Irving Penn—, la biblia de la moda lo metió en cartera. Fue empezar a trabajar para la edición británica de Vogue y convertirse en un indispensable de los círculos de aquel Londres vibrante en el que uno salía de casa dispuesto a tomar una copa con amigos y volvía con una cita con Catherine Deneuve debajo del brazo gracias a Roman Polanski.

 Ocurrió en una fiesta en 1965 en el Ad Lib, una suerte de Studio 54 en Covent Garden. Aquella noche el director de El pianista recreó la escena de una comedia romántica y señalando a la actriz francesa afirmó: «Bailey, esa mujer está hecha para ti». El pico de azúcar duró un suspiro, pues el fotógrafo rápidamente respondió: «No, no lo está». «Es demasiado baja y un poco gorda para mí», llegó a decir de quien finalmente, sí, acabó siendo su primera esposa. Irreverente, macarra y perdonavidas, Dios los cría y ellos se juntan. Por eso no resulta extraño que el padrino de aquella boda íntima fuese Mick Jagger. 

El líder de los Rolling Stones fue, además, una de las muchísimas personalidades que retrató Bailey a lo largo de su carrera. Como indican los expertos, si Richard Avedon acercó el movimiento a la fotografía de moda, el protagonista de la nueva retrospectiva de MOP llevó la diversión, y con ella una manera de entender la profesión y la vida que acabó plasmándose en la película Blow Up de Michelangelo Antonioni. Aunque nunca se explicitó que el protagonista fuese el propio Bailey, los parecidos eran tan razonables que sencillamente se dio por sentado. 

A la hora de presentar David Bailey's Changing Fashion, la muestra con 140 fotografías que sumergirá a los visitantes de la exposición en el glamur y la energía de las décadas de los 60 y los 70, la propia Fundación MOP señala que el artista es —porque a sus 87 años sigue dando guerra— una celebridad que retrató celebridades con «un lenguaje visual absolutamente propio». Fue ese lenguaje y su manera desencorsetada de entender el arte y la belleza lo que convirtió a Bailey en leyenda, también, en los años 80, cuando sublimó el exceso de la hombrera y el cardado consiguiendo hacer de lo chabacano una aspiración. 

Por su estudio, que algunos definieron como «un bar de copas», pasaron Andy Warhol, Kate Moss o Jack Nicholson. Y su objetivo captó también a referentes como Nelson Mandela e Isabel II. A la reina de Inglaterra incluso consiguió sacarle una sonrisa en un posado pensado para dulcificar la imagen del país. «Le pregunté si sus joyas eran reales», ha recordado Bailey en alguna ocasión. Del retrato se pusieron a la venta 500 fotografías firmadas por el autor y cuyo precio ascendía a 3.500 euros.