Aunque la salud le ha jugado últimamente alguna mala pasada, que le impide mantener esa intensísima actividad que para ella ha sido un rito diario desde su juventud, Ana María Matute sigue escribiendo con la dedicación de siempre. «¡Escribo desde los cinco años -cuenta-, y desde entonces no he dejado de hacerlo».
-¿Y escribe a mano? Se lo pregunto porque uno se la imagina a usted, además de la narradora que es, una calígrafa excelente...
-Pues no, no escribo a mano. Escribo a máquina. Con una máquina electrónica que tengo.
-Ya no se ven muchas de esas...
-No, no se ven muchas, pero la mía funciona muy bien. Yo escribo en ella mis libros, después hago las correcciones, y al final, cuando ya todo está corregido, me pasa el texto a limpio una mecanógrafa.
-¿Qué está escribiendo usted ahora?
-Estoy terminando una novela. Está casi acabada.
-¿Y qué cuenta en ella?
-Ah, no, eso no te lo digo [vuelve a reír Ana María Matute]. Porque no se puede hablar de los libros antes de terminarlos. ¿Nunca habías oído eso...? Hablar de los libros antes de acabarlos trae mala suerte. Yo soy muy supersticiosa, ¿sabes? Pero si quieres te digo el título.
-Quiero, sí. Naturalmente.
-Se llama Paraíso inhabitado .
-¿Está también en él ese mundo de medievo mágico de libros anteriores, como «Olvidado rey Gudú»?
-¡No, no...! Esta es una novela ambientada en los años veinte y treinta. Pero a ese mundo que dices puede que vuelva en otro libro. No le he cerrado las puertas. Porque ese mundo medieval de bosques y de leyendas ya me ha interesado desde niña.