El comisario de la muestra, Tomás Llorens, apuntó motivos políticos para que esta época de Matisse sea tan poco apreciada: «Los críticos no le perdonaron el que se dedicara a pintar el lujo mientras su mujer y su hija habían sido detenidas por la Gestapo». Los adjetivos «conformista» y «aburguesado» aparecen también en esas críticas.
Entregado a los misterios del lenguaje pictórico, Henri Matisse (1869-1954) dedica los días de Niza a estudiar a sus maestros (Manet, Courbet, Rembrandt y Vermeer) y a leer a sus dos poetas favoritos, Mallarmé y Baudelaire. «Cuando el mundo salía de un desastre y se estaba preparando para entrar en otro, Matisse se entrega a cultivar el espíritu y a realizar algunos de las obras más interesantes de su carrera», dijo Llorens. «Esa fue su respuesta al fango que le rodeaba».
El director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solona, corroboró las palabras del comisario: «En estos años alcanza la plenitud de sus recursos, es un pintor cotizado que no tiene nada que demostrar».