Ferrol da a conocer la mirada más íntima de Gonzalo Torrente Ballester

CULTURA

20 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Si no fuese porque hace años ya que Torrente, cuyos restos reposan en el viejo cementerio de Serantes, ha vuelto a Ferrol, bien podría decirse, aunque forzando un tanto el discurso, que el autor de la trilogía Los gozos y las sombras regresará el miércoles 24 a la ciudad en la que nació. Y podría decirse eso, así, de esa manera, porque será entonces cuando en la sede de la Fundación Caixa Galicia, un edificio de finales del siglo XVIII que sirvió en principio de cárcel y después, entre otras cosas, como gobierno militar, se inaugurará la exposición Los mundos de Gonzalo Torrente Ballester , organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y comisariada por Carmen Becerra y Miguel Fernández-Cid.

Es cierto que la exposición viene ya de Salamanca, la ciudad en la que Torrente residió durante muchos de los más felices años de su vida y en la que esa vida terminó. Pero también es cierto que con su llegada a Ferrol, y en consecuencia a Galicia -después se expondrá, entre otros lugares, en Santiago de Compostela, donde se encuentra la fundación que lleva el nombre del escritor-, la muestra adquiere una dimensión nueva. Básicamente, por dos razones. La primera, que el edificio en el que se va a abrir al público una muestra que integra más de dos centenares de piezas (entre las que hay manuscritos del novelista, libros, todo tipo de objetos personales e incluso fotografías que él mismo tomó), es un lugar que Torrente conocía muy bien, puesto que allí impartió sus clases cuando entre aquellas paredes se encontraba el instituto de segunda enseñanza de la ciudad.

Y la segunda, que Ferrol prepara a su vez, en el marco de su particular conmemoración del centenario del nacimiento del autor de Dafne y ensueños , otra exposición más, con la que quiere desvelar las raíces de la intensa relación que el escritor, hijo de marino, mantuvo con el mar.

La imagen fija

Especial mención, y es preciso insistir en ello aun a costa de caer en la reiteración, merece el hecho de que la exposición que se inaugurará la semana próxima va a permitir conocer una faceta casi por completo insospechada de Torrente: su labor como fotógrafo. Grandes fotógrafos han sido, ya se sabe, escritores como Juan Rulfo; y buenos fotógrafos, otros como Carlos Casares. Y si bien es necesario reconocer que las fotos de Torrente no están precisamente a la altura de su prosa -no destacaba don Gonzalo por su agudeza visual, y la miopía le impidió ser marino, frustrando así el gran sueño de su infancia-, igualmente necesario es admitir que las imágenes que él tomaba ayudan a entender mejor su peculiarísimo universo. Es decir: los territorios menos conocidos de uno de los escritores que cambiaron, para siempre, la literatura europea.