La autora es una de las voces que mejor han recreado las ilusiones ?y decepciones de la infancia y adolescencia
25 nov 2010 . Actualizado a las 03:01 h.Lo quería. Lo añoraba. Lo deseaba. Por fin se lo han dado. Ana María Matute, de 85 años, siempre declaraba en todas las entrevistas que le parecía una gran injusticia que solo dos mujeres hubieran ganado el Premio Cervantes. A partir de ahora ya son tres y, según la barcelonesa, puede que esa deuda histórica se esté empezando a reparar. «Eso del machismo ya queda lejos, se están dando pasos, como en la Real Academia o en el Cervantes», dijo. La autora de Olvidado rey Gudú escribió ayer su nombre con letras de oro en el Olimpo de la literatura hispana. Como afirmó el reciente nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, «Matute merecía haber recibido ese premio hace mucho tiempo».
La buena nueva se la comunicó en casa su editor, Emilio Rosales. «No me lo esperaba, me habían dicho que estaba en la lista y me hacía ilusión, pero no me quería hacer demasiadas ilusiones por si no me lo daban, porque hay muchos que también se lo merecen», argumentó. «Me siento enormemente emocionada, contentísima», dijo. «Me han dado -añadió- un premio que me encanta». «Ahora puedo decirlo: soy enormemente feliz», aseguró con una sonrisa de oreja a oreja alguien que durante mucho tiempo no pudo decir que la existencia fuera de color de rosa. «No todo en la vida son pétalos de flor, ni mucho menos».
Impecablemente vestida, luciendo la corta melena canosa que le ha hecho célebre, la académica de la lengua, sillón K, volvió a reconocer su coquetería mientras posaba para los fotógrafos. Pero Ana María Matute (Barcelona, 1925), siempre apoyada en su bastón, rebosaba felicidad.
Frágil como un niño, había sido candidata al máximo galardón de las letras españolas en unas cuantas ocasiones, lo que le había hecho perder la esperanza. «Soy un poco pesimista», dijo. Pero este año era distinto. «No sabía ni cuándo se fallaba, porque no creía que me lo pudieran dar, aunque este año me llegaban más ecos», afirmó. «Puede que este año sí pensé. A lo mejor no soy tan mala», dijo entre risas una Matute que reconoció que durante la noche anterior no pudo dormir de los «nervios».
Dickens, Chejov y Dostoievski
Matute se une así a Dulce María Loynaz y María Zambrano como ganadora del Cervantes, una distinción que concede el Ministerio de Cultura y está dotado de 125.000 euros. La ministra Ángeles González-Sinde la definió como una escritora «con un mundo propio y un lenguaje propio» y justificó el premio por el «magisterio demostrado como escritora realista y con proyección a lo fantástico». Su compromiso ético y moral también influyó en la decisión del jurado.
Según la ganadora, queda algo pretencioso decir que es un premio a toda una carrera. Pero «yo lo tomo como un reconocimiento no tanto a la calidad literaria como a la entrega y a la dedicación», relató. Aun así, dijo, «uno no escribe para ganar premios; si te lo dan es maravilloso, pero no escribes para ganar; hay quien lo hace, yo no». Porque Matute, que empezó a escribir con cinco años, afirmó que ha dado «toda la vida o casi toda a escribir». «Lo he hecho desde pequeña, contra viento y marea, porque ha habido momentos de mi vida que han sido muy difíciles, pero he tirado hacia adelante», señaló.
Recuerda con tristeza los años duros junto a su primer marido, el escritor Eugenio de Goicoechea. «He sufrido mucho en la vida -reconoció-. La vida pasa factura». «Siempre he querido comunicar la pérdida; en todas mis obras, desde mi primer cuento, se respira la misma sensación. Porque vivir es ir perdiendo cosas», dijo. «Y la vida es magia y misterio», concluyó.