Minutos antes de la muerte de Enrique Morente, los familiares resignados dejaban el desenlace «en manos de Dios». Enrique Morente (Granada, 25 de diciembre de 1942 - Madrid, 13 diciembre del 2010) murió ayer en una clínica madrileña donde ingresó a principios de mes para someterse a una operación de úlcera, intervención de la que su cerebro perdió definitivamente el compás de la vida a unos días de celebrar su 68 cumpleaños. Morente fue una de las voces más libres del flamenco y uno de sus grandes embajadores de este arte por el mundo adelante, con permiso del gran Camarón de la Isla, de quien Morente siempre se declaró gran admirador.
Purista de vocación renovadora, el cantaor Morente pateó los tablaos de la capital (Madrid) durante los años 60, donde se empapó de la esencia del flamenco de la mano de intérpretes tan carismáticos como Manolo Caracol, pero su voz quebrada y áspera no tardó en colarse de forma atronadora en los grandes auditorios internacionales y el cante se convirtió en arte y sus espectáculos, en retos. Los versos de poetas como Miguel Hernández, García Lorca, Alberti, Machado o Guillén formaron parte definitiva de su ligero equipaje. El flamenco nunca fue una parcela con lindes para Enrique Morente, al contrario; sacudió las estructuras del género con apuestas arriesgadas como Omeg a, proyecto junto a Lagartija Nick en el que se aproximó a la obra de García Lorca Poeta en Nueva Yor k y a las canciones de Leonard Cohen; el espectáculo África, Cuba, Ca i, basado en la fusión de la música africana, cubana y flamenco, o su colaboración con Los Planetas en La leyenda del espacio, disco inspirado en la tradición flamenc a. Ahora, silencio y palmas sordas para sentir la voz más libre del flamenco que llega de lo más jondo de este arte inmateria l.