Los espejos mienten sobre nosotros porque nosotros le mentimos a ellos. Toda la pintura es retrato y la figuración es un retrato que respeta las formas.
Sucasas pudo haberse sentido por muchas cosas, pero fue la figura humana la que finalmente se quedó en su obra en modo residente. Pero no crean que fue una decisión narcisista: fue más bien la atracción por esas cosas que, de tan conocidas como debieran ser, no las conocemos de casi nada.
El pintor se dejó seducir por los límites de la figuración. Reconoció su físico pero decidió profundizar en lo no escrito. Quizá por ello la pintura de Sucasas tiene esas figuras de contorno definido e interior misterioso. Da la impresión que las figuras del artista tiene el interior abstracto. Quiso emparentarse el pintor con esa idea lírica de que lo emocional es abstracto, cuando menos para explicarlo.
Para Sucasas la pintura es una cuestión de figuras y no de personajes porque todas las figuras son la misma figura, la que nos representa, la que nos debería interpretar. Pero es difícil, la humanidad está hecha de tres o cuatro luces y un millón de sombras. Alfonso Sucasas intentó retratarlas todas en su punto. Para que, sea lo que sea que seamos, alguien pudiera reconocerlo. Pero ya sabemos que somos nosotros los que mentimos.