José Luis Sampedro, el humanista indignado

Sara Barderas (DPA)

CULTURA

El escritor fue una referencia intelectual y moral hasta el final de su larga vida

09 abr 2013 . Actualizado a las 16:24 h.

Fue una referencia intelectual y moral hasta el final. Hasta el punto de que José Luis Sampedro, ya nonagenario, se saltó varias barreras generacionales para convertirse en sus últimos años en referencia de unos jóvenes que por edad podrían haber sido sus nietos.

A ellos los animó a indignarse y luchar. A luchar por una sociedad más humana y más digna. Por un sistema que se aleje del que propició la gravosa crisis económica, política, social y también moral que golpea a España.

Los dos últimos años de Sampedro estuvieron ligados a la calle, a esa que un 15 de mayo estalló al grito de «¡No nos representan!».

Sampedro y el 15-M. Un movimiento que buscó sus aportaciones y al que él se unió desde el principio.

Prologó la edición española de ¡Indignaos!, del diplomático y escritor francés Stéphane Hessel, muerto hace mes y medio a los 95 años, uno menos de los que tenía Sampedro. Y fue padrino de «Reacciona», la versión española y ampliada de aquel primer llamamiento.

Sampedro era un indignado. Lo fue toda vida. Porque la suya fue una voz que se elevó contra lo que consideró injusto, con un pensamiento lúcido y el saber que le otorgó su experiencia vital.

Escritor prolífico -de literatura y de ensayo-, economista de los que trabajan «para que los pobres sean menos pobres», humanista comprometido, referente intelectual. Economía, literatura y compromiso fueron la vida de Sampedro.

Nació en Barcelona el 1 de febrero de 1917, pero su infancia transcurrió en Tánger, donde su padre era médico militar. El estallido de la guerra civil lo sorprendió en el norte, en Santander, donde lo habían mandado tras sacarse unas oposiciones de técnico de Aduanas. Combatió en un batallón anarquista del lado republicano. Y luego en el bando sublevado.

Se doctoró en Ciencias Económicas en 1946 y se dedicó a enseñar economía, una materia en la que se hizo catedrático de Estructura Económica. Cuando Sampedro hablaba del capitalismo, sabía bien lo que hacía.

«No es que el capitalismo sea malo, sino que está agotado», decía Sampedro.

Otra de sus frases conocidas es la que fija una línea de división entre sus colegas. «Solo hay dos clases de economistas, los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que lo hacen para que los pobres sean menos pobres».

En su obra económica aboga por una economía más humana y solidaria.

Sampedro se fue de España a finales de los 60, por su indignación con las sanciones a catedráticos antifranquistas. Pasó unos años en Reino Unido, como profesor visitante en Salford y Liverpool. Y luego regresó.

Para entonces hacía ya dos décadas que la literatura formaba parte de una vida a lo largo de la cual escribió más de una docena de novelas, además de teatro y cuentos. El río que nos lleva (1961), Octubre, octubre (1981), La sonrisa etrusca (1985), El amante lesbiano (2000)...

Miembro de la Real Academia Española desde 1990, en 2011 fue galardonado con el Premio Nacional de las Letras, el más prestigioso de España después del Cervantes.

Ahora, Sampedro se ha ido. Y lo ha hecho con humildad y discreción. Su viuda, la filósofa Olga Lucas, anunció hoy una muerte que se produjo el domingo, y lo hizo cuando el humanista había sido ya incinerado. Porque él quería irse sin ruido y sin homenajes. No había por qué alabarlo. Solo cumplió su deber en la vida.