Clooney abre la Mostra con la maldad cósmica de «Gravity»

José Luis Losa VENECIA / E. LA VOZ

CULTURA

La cita de Venecia con el cine homenajeó al director William Friedkin

29 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La imagen de George Clooney jugueteando por el espacio exterior orbitó en la sesión inaugural de la 70.ª Mostra de Venecia, con la pesadísima Gravity, infame aventura de fantaciencia cacharrera servida, además, en ese detestable invento llamado 3D, y en el cual vimos a Clooney parodiando sin pretenderlo al astronauta Buddy de Toy Story.

Gravity es una historia de juguetes, pero de los tan caros como innecesarios; sus efectos visuales y sonoros hacen más evidente el crujido de su inconsistencia real, ese guion malformado en donde el enemigo del astronauta Buddy que semeja Clooney, y del proyecto torvo de Rambina encarnado por Sandra Bullock, es el oscuro espacio exterior. Pero el enemigo nuestro, de los espectadores, es la torpeza de la dirección y la historia del mexicano Alfonso Cuarón, un tipo tan capaz de subyugarte con Y tu mamá también (que costó cuatro duros) o de inyectarte el terror en vena con Hijo de los hombres, como de castigarte con la cósmica maldad de Gravity, de la cual solo queda claro que Clooney encontró en su libreto un motivo para trabajar lo justo, volar y dejarle el embolado casi completo a una Sandra Bullock que como heroína new age provoca compasión.

Supongo que este Clooney gravitando por la twilight zone no será metáfora de diez días de festival que miren hacia las nubes.

No debería pasar porque en la nómina de directores que competirán por el León de Oro hay nombres tan preocupados por los problemas fieramente humanos como Philippe Garrel, Stephen Frears, Amos Gitai, Tsai Ming-Liang, Xavier Dolan o el oscarizado documentalista Errol Morris desnudando al Hombre del saco de la guerra de Irak, Donald Rumsfeld. Y además, Kelly Reichardt, en una trama de ecologistas que atentan contra una central hidroeléctrica en Night Moves, Nicolas Cage buscando redención de su perfil más trash en Joe, o Zach Efron contando cómo fue el día del atentado contra JFK en las tripas del hospital de Parkland.

Irredentos y malditos

El otro gran foco de la primera jornada fue para uno de los supervivientes del fallido motín contra el sistema que un grupo de cineastas irredentos y malditos protagonizó en el Hollywood de los 70. El casi octogenario William Friedkin era el golden boy de El exorcista y French Connection cuando en 1977 se embarcó en un proyecto calamitoso, Carga maldita, un remake del clásico de Clouzot El salario del miedo. Los desastres meteorológicos del rodaje en Dominicana y el infierno paranoico en el que cayó Friedkin concluyeron en una ruina asumida a partes iguales por Universal y Paramount.

De las pesadillas de aquella filmación se ha restaurado un filme que, visto hoy, en su metraje original, es una percutante orgía de mayúsculo cine sobre mundos machos, violencia inhóspita y sabor a balada por aquellos locos que quisieron voltear las reglas del juego de los grandes estudios. Venecia homenajeó ayer a uno de ellos, William Friedkin, casi en un link poético con lo que el año pasado sucedió con Michael Cimino y La puerta del cielo.